25 Montagnac – Cap d’Agde – Béziers #GTMC

by Julen

Recorre la etapa en 3D

Podcast del artículo vía Google Notebook LM

Montagnac es un pueblo mediterráneo en todo lo que este término puede implicar. Es especialmente conocido por ser parte de la denominación de origen Picpoul de Pinet, un vino blanco. Claro que a un abstemio como yo, poco le dice.

De paseo por sus calles sinuosas, puedo darme cuenta fácilmente de que cuenta con edificios con un rico patrimonio. Por lo que leo, proceden en buena parte del «Grand Siècle» (siglo XVII), resultado de su floreciente actividad comercial. Me quedo, no obstante, con su iglesia fortificada de Saint-André, de estilo gótico meridional, que es un punto central en este pueblo. Eso sí, está en obras.

Cómo sucede a medida que te acercas al litoral mediterráneo aquí en Francia, la presencia de población magrebí se incrementa. El norte de África y el sur de Europa se miran y, claro, la fusión o el mestizaje son complejos. Clermont-l’Hérault o Montagnac son hoy pueblos mestizos.

El final de la ruta GTMC depara maravillosas sorpresas.
La primera parte es divertida y hermosa, entre Montagnac y Castelnau-de-Guers. Recorrerás hermosos senderos entre pinares y viñedos con vistas a la laguna de Thau y al mar. El GTMC sigue parte de la ruta «Terroir d’Art et de Nature de Montagnac», salpicada de esculturas y estatuas.
La ruta continúa tranquilamente por caminos entre viñedos, pequeñas carreteras y carriles bici. Tendrás tiempo de sobra para disfrutar de los paisajes vinícolas, la ciudad de Agde, atravesada por el Canal du Midi, y mucho más, antes de llegar al mar azul intenso en la única costa volcánica del Languedoc.

Al igual que en Le Caylar, aquí en Montagnac estoy hospedado en una chambre d’hôte. Muy a gusto en este tipo de alojamientos. Es un edificio grande a las afueras del pueblo, dentro de una finca con piscina y árboles frutales. Los dueños se dedican a la elaboración de aceite. Tienen a la venta diversas variedades, así como vinos. Me atiende una señora encantadora, de esas que enseguida se sienten con la responsabilidad de hacer de madre mientras estás en su casa.

Desayuno en una patisserie boulangerie que abre a las 6:30. Conste que hay otra en el pueblo que abre a las 5:30. Cuando llego, nada más abrir, en la avenida de los plâtanos se ve un frenesí tremendo. Están instalando el mercadillo y es un espectáculo de gritos y risas. Hasta un trabajador de la limpieza emplea su aspirador mientras va cantando a pleno pulmón.

Hoy es la última etapa y, de salida, la GTMC, de nuevo con su clásico recorrido en forma de bucles, me lleva, pasando por Bessilles y por Saint-Martin de la Garrigue, hasta un pequeño tramo de la Vía Domitia. Amanece.

Cuando entro en Bessilles, que es un gran centro de esparcimiento, con piscinas, zonas de acampada y otros servicios, un chico que está dentro de un coche me para y me dice que está cerrado debido a un incendio reciente. Le explico que solo voy de paso. No conoce la GTMC. De hecho, le muestro una señal que hay allí mismo. Al final, muy educado, me deja pasar. No son ni las siete de la mañana y el chaval está allí apostado dentro del coche, supongo que para que no entre nadie. Pues si, se ven algunas señales de que ha habido fuego.

La Vía Domitia fue la primera calzada romana construida en la Galia, un proyecto monumental que comenzó en el año 118 a.C. por orden del procónsul Cneo Domicio Enobarbo, de quien tomó su nombre. La idea era conectar Italia con la Península Ibérica a través de la Galia Narbonense (el actual sur de Francia). De esta forma servía como una arteria vital tanto para el movimiento de las legiones romanas como para el comercio y el intercambio cultural. Supongo que la señal que he encontrado en el camino y que ves en la foto adjunta hará alusión a la Vía Domitia. No tenía ninguna otra información.

En el mapa veo que esta Vía Domitia coincide con el Chemin de la Reine Juliette, una ruta de senderismo bastante popular en la zona por lo que veo. ¿Quién fue esta mujer? No es algo fácil de saber porque parece que hay varias leyendas.

Cuando estuve preparando la ruta vi que en esta zona, a principios de julio, justo antes de que me viniera para acá, se había producido un incendio. Me topo con el desastre en plena Vía Domitia. Sobrecoge. Huele. Más de un mes después, el olor a quemado lo impregna todo. Y el silencio. Al principio sentía algo raro, pero no sabía qué era. Es el silencio. En un bosque, aunque a veces sientas el silencio, siempre hay algún ruido. Puede ser un pájaro o cualquier otro animal. Aquí dentro del bosque quemado no se oye nada.

Salgo, por fin, de la zona incendiada y sigo entre viñedos. La ruta juega conmigo a los requiebros. La GTMC no se resigna al terreno cómodo, prefiere meter el trazado por senderos y tramos técnicos. Son diez o quince kilómetros que me llevan lo suyo.

En uno de esos constantes cambios de dirección me encuentro con una escultura: Symbiose, de Ben Truscott. Mirando en el mapa veo que hay más por la zona. Enseguida me encuentro con La degustation, de Kay Vygen. Todas son en honor a la cultura vitivinícola. Es el circuito Terroir d’Art et de Nature: 16 km con 14 estatuas monumentales instaladas al borde de los viñedos.

Llego a Castelnaud-de-Gers –a través de un terreno de intenso color arcilloso– y luego a Florensac.

El Meditarráneo está ya aquí al lado. En diez kilómetros me planto en Agde, pero todavía queda algo más hasta alcanzar la línea de costa.

Me encuentro con el río Hérault y la GTMC no se olvida de apañar un tramo de túnel vegetal pegado a su cauce.

Siempre por la margen izquierda del río Hérault, pedaleo ya por Agde. Dejo atrás su centro histórico y continúo hacia la desembocadura del río. Poco antes de llegar al mar tuerzo a la izquierda. Estoy ahora en Le Grau d’Agde. Me sale al paso la Chapelle Notre-Dame De L’agenouillade. Agenouillade significa «arrodillamiento» o «acción de arrodillarse» y es el motivo de esta capilla, milagro de por medio, clarto está.

La historia de la capilla está estrechamente ligada a un milagro mariano que se remonta a la Alta Edad Media, en algún momento después del año 450 d.C. Se cuenta que, durante una terrible inundación o maremoto que amenazaba con engullir la iglesia y un oratorio, la Virgen María se apareció, arrodillada sobre una roca, con un gesto que detuvo milagrosamente las aguas. La piedra sobre la que la Virgen se arrodilló supuestamente quedó marcada con la huella de su rodilla («genolhada» en occitano, de donde viene el nombre). Este evento la convirtió en un lugar de gran devoción y peregrinación.

Continúo hasta llegar, por fin, a la playa de Agde, en concreto a Rochelongue.

Aunque es el primer contacto directo con el Mediterráneo, no es el punto final de la GTMC. Sigo durante un tramo la línea de playa hasta dar con un tremendo parque acuático.

Rodeo por el interior el puerto de Cap d’Agde. El final oficial de la GTMC queda en la Pointe du Cap-d’Agde. Lo que hace a este lugar particularmente notable es su origen volcánico.

Se formó por la actividad del Mont Saint-Loup, un volcán extinto. Esta punta ofrece un paisaje rocoso único en la costa de Languedoc. Las rocas volcánicas negras, esculpidas por el mar, crean calas salvajes y pequeñas playas aisladas que contrastan con las de arena clara habituales de la región. Poco a poco la mañana se está poniendo brumosa.

Las recorro tranquilamente (bueno, no tanto, porque hay mucha gente) y en la Plage de la dalle les digo por fin adiós antes de volverme hacia el centro histórico de Agde, en busca de una ruta hacia Béziers.

Pensaba que habría algún detalle de finalización de la GTMC, pero, o no lo hay, o no he sabido encontrarlo. En Cap d’Agde hay un monumento en memoria a los ejércitos de África, no he visto nada más.

Vuelvo hacia el centro de Agde. Qué estrés de tráfico. Pensaba comer algo por el centro histórico, pero ahueco el ala ante semejante lío de coches y de gente.

Si bien la GTMC termina en Agde, yo voy a alargar mi travesía hasta Béziers, porque desde allí mañana me vuelvo en una secuencia de cinco trenes hasta mi casa en Bilbao. La solución para llegar en bici hasta Béziers es muy sencilla: seguir el canal du Midi, esa obra faraónica que, junto con el canal lateral del Garona, comunica el Atlántico con el Mediterráneo. El canal du Midi llega hasta Toulouse y es un destino muy popular como turismo fluvial, pero también para la comunidad cicloturista. Es en sí mismo un ecosistema. Vaya movimiento que se ve a su alrededor.

Finalmente decido ir a comer a Vias, que queda a la salida de Agde, al otro lado del canal. El calor aprieta, pero en la ruta del canal hay bastante sombra, lo que se agradece, especialmente a estas horas del mediodía.

En los últimos kilómetros hago una parada para ver el protocolo de paso de un par de barcos por una esclusa. Es muy entretenido, la verdad.

https://youtu.be/kcBfA23vIqg?si=h6F1wAeLZVVjyeUc

Pues no queda nada. Ya estoy en Béziers. Me meto en la ciudad y subo hasta mi alojamiento de hoy, el último de esta GTMC. Mañana iré a dar un paseo para volver a ver las nueve esclusas de Fonseranes. Y luego, al tren. Más adelante ya publicaré un balance de la travesía. Nos leemos.

Kilómetros totales de la GTMC: 1.590,2.

Metros de desnivel acumulado: 26.115.

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Fotografías de la ruta.

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