21 L’Esperou – Montdardier #GTMC

by Julen

Recorre la etapa en 3D

Podcast del artículo vía Google Notebook LM

Tras el día de descanso, que siempre se agradece, hoy toca una etapa en la que entro, en su parte final, en la última de las seis secciones en que han dividido la GTMC, la que corresponde a La Larzac Méditerranée.

Ayer ya cerca de las ocho de la tarde aterrizaron en el alojamiento dos chicos de ruta con sus bicis de gravel. Ya sabes, bikepacking que se dice de un tiempo a esta parte. Han diseñado su particular travesía de cinco jornadas y en un par de días tienen previsto terminar en Agde, donde yo también finalizaré mi ruta, aunque con un desplazamiento final hasta Béziers porque desde allí cogeré tren para volver a Bilbao.

Como estábamos solo los tres, la conversación giró en torno a las cosas de la bici en general y a los viajes cicloturistas. David y Bruno, que así se llaman, están haciendo vivac, aunque hoy se han tomado el lujo de pernoctar en gîte.

Quedo para desayunar a las siete (David y Bruno han quedado a las ocho) y un poco pasadas las 7:30 estoy pedaleando. Salgo sin prisa alguna y con el frío lógico que se asocia a la altitud a la que estamos, pero es llevadero. Cruzo al otro lado de la ladera del valle en que me encuentro y entro en una zona boscosa de la que no saldré prácticamente hasta el kilómetro cuarenta y solo como paso previo al tramo final de hoy, también por bosque.

Rodeo un primer alto por su derecha en una pequeña subida. Es una pista con un relativo buen firme. Más adelante acompaño durante un par de kilómetros el cauce de un pequeño arroyo. Veo una indicación curiosa: Avallon (lugar de partida de esta GTMC) queda a 1.091 km. Tras

un giro de 180 grados, de nuevo hay que ascender por terreno arbolado. Toda esta zona ofrece los típicos tramos mágicos de bosque encantado de la GTMC.

Llego al Col du Minier, a 1.264 m de altitud. Paro un rato a descansar. Es un cruce de caminos con un buen montón de señalizaciones en diversas direcciones. Veo, además, que han erigido un monumento a Charles Huntziger, quien fue general del ejército francés durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. El hombre murió un 11 de noviembre de 1941 cuando su avión se estrelló muy cerca de este lugar. Otro cartel, más mundano, indica la divisoria de aguas entre el Oceáno Atlántico y el Mar Mediterráneo, como sucedía también en el Col de Serreyrède. Es curioso, porque estamos muy cerca del Mediterráneo y a muchos más kilómetros del Atlántico.

El monumento, por cierto, está vandalizado con una pintada 777.

Cruzo la carretera D48 y sigo ruta por otra pista. La GTMC continúa con tramos de subida y bajada, entre estos tremendos bosques de coníferas y de hayas.

De repente aparece un terreno despejado. Sorprende tras tantos kilómetros por el interior de estos inmensos bosques. Claro que es solo por un momento. Un poco más adelante me desvío para acercarme al lago de Pises, un verdadero remanso de paz. Es artificial (se creó con fines agrícolas para riego), pero ha terminado por integrarse perfectamente en el entorno. Cuela como si fuera natural a no ser por la presa que lo delata. Para llegar tengo que dejar la bici porque hay árboles caídos que complican mucho el paso y seguir un tramo a pie.

Vuelvo al track de la GTMC, subo un pequeño puerto y enseguida comienzo el descenso, una vez que alcanzo un enigmático Col de l’Homme Mort. No es lo mismo que el que ascendí camino del Truc de Fortunio. Aquel era del cheval mort; ahora pasamos de pantalla porque el caballo se ha convertido en hombre. Me espera por delante un descenso de más de mil metros de desnivel.

Al principio es entretenido. La pista está bastante bien. Pero, en un momento dado, se abandona para coger un sendero que en su primera parte, al menos para mí, es totalmente inciclable. Hay tramos con una pendiente bestial. Andando hay que tener cuidado porque es fácil resbalar con el terreno seco y la piedra suelta. Finalmente éste tramo terminar al dar con un árbol caído de considerables dimensiones que bloquea el paso. Pues nada, primero paso la bici y luego pasa el ciclista.

La ciclabilidad mejora algo, pero hay que bajar con todos los sentidos puestos en el camino. Siguen las fuertes pendientes y un terreno complicado. Salgo, por fin, a unas casas y, aunque parezca mentira, me aparecen dos coches. ¿De dónde vienen? El caso es que pedaleo unos pocos metros por asfalto y de nuevo lo abandono para coger caminos de tierra, piedra y vegetación desatada. El descenso, desde luego, no está resultando relajante. Vaya trabajera.

Llego hasta el río L’Arre, lo cruzo y por un sendero que comienza con un sube como puedas la bici por esas rocas me incorporo al antiguo trazado de un tren que ahora es simplemente un sendero rectilíneo.

Es la vía que unía Tournemire con Le Vigan. A día de hoy permanece como un vestigio fascinante de la ingeniería ferroviaria del siglo XIX, con numerosos túneles y acueductos.

Esta línea, de aproximadamente 60 kilómetros de longitud, se abrió al tráfico en 1896, después de unos once años de ardua construcción por la Compagnie du Midi. Atravesaba los desafiantes relieves de las Cévennes y el Larzac, lo que requirió una cantidad impresionante de obras de ingeniería.

En concreto, perforaron 32 túneles a lo largo de su recorrido debido a la orografía montañosa. El de Tournemire, de 1.885 m de longitud, es el más largo. Además, hubo que construir 12 viaductos y varios kilómetros de muros de contención. Por cierto, era una línea de vía única y nunca fue electrificada. El proyecto fue muy ambicioso porque quería conectar Albi con Nimes, para facilitar el acceso a Marsella y la costa mediterránea desde el Aveyron. Sirvió tanto para el transporte de pasajeros como de mercancías. De hecho, entre 1925 y 1935, un cable aéreo de 18 km conectaba las minas de Valmagne (en las gargantas del Trévezel) con la estación de Sauclières (por donde pasaré mañana, por cierto). Así pues, por esta vía de tren se transportó mineral de plomo argentífero.

La Segunda Guerra Mundial y el auge del transporte por carretera hicieron mella en la línea. El tráfico de mercancías continuó por etapas, pero también fue desapareciendo progresivamente. En 1971 se acabó lo que se daba. No obstante, se han buscado usos alternativos, como es el caso de la vía verde que han habilitado.

Antes de entrar en este tramo de la promenade del viaducto paro en Arre para tomar una Coca-Cola. No veas cómo se nota el calor aquí abajo. Estoy a 250 metros de altitud y diría que andamos por los treinta grados. Son todavía las 11:15 de la mañana. Me siento a la sombra. No me acordaba ya de esta calorina mediterránea. En fin hay que seguir.

En su día el Consejo General del Gard adquirió la propiedad de este tramo de la vía debido, sobre todo, a la presencia del puente metálico del tipo «Eiffel»: el viaducto de Lavassac. Como paso por encima no hay foto de la estructura del puente.

Que sepas que tiene una luz de 80 m y un peso de 418 toneladas de acero puro y duro. Da acceso a un tramo con dos túneles: el de Aven de la Tessonne de 224 m y el de Vernède de 442 m. Los dos están iluminados mediante un original sistema… del que te contaría cosas si estuviera en funcionamiento, que no es el caso.

El acceso a Le Vigan se hace por un tramo muy bonito junto al río.

Entro en el pueblo y busco un sitio para comer algo y pedalear luego la última parte de la etapa de hoy, la que ya oficialmente da paso a la última sección de la GTMC. No veo mucha alternativa y al final me decido por una pizza en un sitio de comida rápida.

De nuevo podría afrontar el típico bucle de la GTMC que, desde luego, no funciona con la lógica de emplear la distancia más corta entre dos puntos. Mi final de etapa es en Montdardier. En unos unos escasos diez kilómetros por la D48 veo que puedo llegar hasta allí. Pero el guionista de la GTMC lo transforma en 26 km dando un rodeo por más zonas boscosas y subiendo tres pequeños puertos. Al final opto por una versión intermedia.

Veo que puedo coger una carretera que tiene toda la pinta de ser de último orden y, además, va todo el tiempo por dentro del bosque, algo que se agradece por el calor que hace. Pues es todo un éxito. Son dos pequeños puertos que me suben hasta Montdardier, mi final de etapa. Tengo incluso la suerte de encontrar ya casi en el mismo Montdardier un parque con tirolinas que tiene un estupendo bar para tomar un refrigerio antes de terminar de pedalear.

Sí, creo que hoy es el primer día de verdadero calor, aunque sin llegar a agobiar. Pero se ha hecho presente, como era lógico.

Lo que no podía predecir es que en Montdardier no tengo cobertura de datos, que mi alojamiento no dispone de wifi y que en el pueblo tampoco hay ninguna a la que conectarse. O sea, que esto que escribo saldrá publicado el martes 5 de agosto y no el 4 como debería. Cosas que te pasan en la Francia profunda.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 1.219,6.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 22.216.

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Fotografías de la ruta.

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