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Hoy dejo atrás Clermont-Ferrand tras una primera jornada de descanso. Si me voy hasta Laschamps, mi final de etapa de hoy, por la vía más corta me planto allí en 12 kilómetros, según me dice Google Maps. Pero el guionista de la GTMC me tiene preparado otro plan.
Amanezco a las seis de la mañana. Más o menos según mi costumbre. Miro por la ventana. ¿Llueve? No, pero ese cielo no da mucha confianza.
Voy a retomar el track de la GTMC, por lo que tengo que desandar algo más de diez kilómetros. O sea, lo que supuso bajar hasta Clermont-Ferrand. Sin embargo, en vez de ir por donde vine anteayer, meto la ruta por otros pueblos. Eso que ganamos en variedad. En cualquier caso, hay que ir ascendiendo. Si mi punto de partida queda algo por debajo de los 400 metros, mi final de etapa ronda los mil, y buena parte de este desnivel se afronta en la primera mitad de la jornada. Mi punto de referencia para retomar la GTMC es un pueblo llamado Mas d’Argnat.
Desayuno con tranquilidad. Ayer me compré un aguacate y tengo, además, unos panecillos para untar con mantequilla y mermelada. Por supuesto, un café con leche para acompañar y encantado.
Encantado hasta que bajo a la recepción y veo que llueve. No mucho, pero llueve. Me quito la pereza, miro el track que he elegido para esta primera parte y comienzo a pedalear. Tengo por delante 15 km mayoritariamente en subida, pero muy tendida.
Paso por delante de la entrada principal de Michelin. A esta primera hora aún no se ve mucho movimiento. Me dirijo hacia el parque de Montjuzet y comienza a coger pendiente la carretera. Al principio, solo es una primera tachuela para ir calentando las piernas. Continúo en dirección norte, de acuerdo con el bucle que me ha diseñado el guionista de la GTMC.
Hasta que no me alejo de Clermont-Ferrand no cesa el tráfico. Llueve, pero, como voy subiendo, se sobrelleva bastante bien. Me incorporo a la D943, pero la dejo para tomar un desvío a la izquierda que se convierte en el segundo puerto del día, este ya un poco más largo, de 7 km al 5,6% de pendiente media.
En realidad, el «puerto» continúa porque, tras cruzar una vía de tren, dejo el asfalto por un camino que sale a la izquierda y que me incorpora al antiguo trazado del Tacot des Batignolles, que sigue subiendo. A la derecha, muy cerca, queda el centro de Volvic. El “tacot” (no es la primera vez que me encuentro una línea con esta denominación) es, para los franceses, un término coloquial con el que se refieren a un tren viejo, lento o destartalado. Este Tacot des Batignolles se construyó básicamente para el transporte de la famosa piedra de Volvic, de origen volcánico y que se extraía aquí cerca. Ya sabes, la de la catedral de Clermont-Ferrand. Se trata de una roca andesita de color gris oscuro, muy dura y resistente, ideal para la construcción y para otros elementos decorativos.
Construida la línea de tren entre 1888 y 1890, dejó de funcionar −al menos en este tramo, porque así lo indica una placa– en 1936. Era una línea de vía métrica (es decir, con una separación entre raíles de un metro, más estrecha que la estándar) que conectaba las canteras y la ciudad de Volvic con la estación principal de Riom (por donde pasé hace un par de días), que era un nudo importante en la red ferroviaria francesa, ya que conectaba con París y Nimes. Aunque su función principal era el transporte de mercancías, parece que también transportó pasajeros locales, obreros de las canteras o incluso turistas que se acercaban a la región. Sin embargo, su carácter de tacot sugiere velocidades bajas y un servicio más bien local. Hoy en día, esta línea es un recuerdo de la rica historia industrial y ferroviaria de la región de Auvernia y un testimonio de la importancia de la piedra de Volvic en su desarrollo. Aunque ya no funciona, su legado permanece en la memoria local y en las infraestructuras que aún quedan dispersas por el paisaje.

Es fácil, como siempre, distinguir cuándo pedaleas por una antigua vía de tren debido a su trazado rectilíneo y su pendiente contenida. Eso sí, aquí la vía se interna en el bosque y terminas por perder la referencia. ¿Sigo por la antigua vía o acabo de entrar en otra dimensión? El bosque desorienta, el bosque protege.

Llueve. Pero las hayas me protegen. Me detengo un buen rato a la espera de que amaine. No amaina. Llueve con más fuerza. Las hayas me protegen. ¿Dónde estoy?

Continúo, llueve. Las raíces en el suelo se convierten en vías de deslizamiento inmediato. Tengo que poner todos los sentidos para no irme al suelo. ¿Un suelo otoñal?

Vuelvo al trazado rectilíneo. ¿De verdad el tren pasaba por aquí?

Sé que estoy dentro de la cadena de los Puys. Sé que están por aquí. Veo indicaciones. Veo senderos que salen para un lado y para otro. Imagino cimas. Imagino cráteres. Observo la piedra volcánica que aflora en el camino, esa porosa y oscura que ahora brilla con su patina de agua por encima. De vez en cuando, un claro.

Sé que por algún lado, por aquí cerca, queda la Cascade de Veygoux. Allí han instalado «Suspendre», una obra de Thierry Courtadon que forma parte de la serie de siete obras de arte, todas ellas talladas en piedra volcánica y que están repartidas por distintos municipios de la zona. En este caso simulan unas pinzas de colgar ropa que sostienen piezas cuadradas de roca volcánica tallada. Lo sé porque lo leí, no porque lo haya visto.

Fuente: https://www.vincianelanglois.com/conjuguer-la-nature-thierry-courtadon-1/
Sé que por aquí se reparten no sé ni cuántos Puys: Bannières, Gouly, l’Espinasse, Tholil y Tressous. Cruzo de nuevo la carretera D943. Cerca queda un proyecto interesante: Lanna, un «bosque comestible» que combina la preservación del medio ambiente y la producción de alimentos, y que respeta los principios agroecológicos.
También conocido como Jardín Forestal, es un jardín comestible escalonado que imita la estructura, la biodiversidad y la resiliencia de un bosque natural joven. Cuenta con árboles nutritivos grandes y pequeños, combinados con arbustos, hierbas, plantas anuales, tubérculos, hongos y enredaderas que complementan a la perfección la estructura vertical. Toda la estructura está cuidadosamente plantada para fomentar interacciones positivas. El uso de plantas principalmente perennes es lo que le confiere al sistema su sostenibilidad.
Ni que decir tiene que el territorio puy sigue ofreciendo conos volcánicos: Chopine, Gouttes, Chaumont, Goules, Pariou, Clierezou… Un cartel me dice que no puedo ir en bici. ¿Y eso?

Por fin -se debería ver ahí enfrente en un día claro- hacia la derecha de mi ruta, el archiconocido Puy de Dôme, el Puy de los Puys. Catalogado como un grand site de France, es uno de los volcanes más jóvenes de esta región, ya que la erupción más reciente tuvo lugar en el año 5760 a. C. Con 1.465 metros de altitud es el más alto de la cadena de los Puys. Ya en la era precristiana servía como referencia espiritual. Se sabe que se construyeron varios templos, entre ellos uno galo-romano dedicado a Mercurio. Pero para cualquier cicloturista, el Puy de Dôme es una visita obligada, aunque en la actualidad solo se puede acceder en el tren turístico «Panoramique des Dômes». Una pena. Conste que en 2023 el Tour de Francia, tras 35 años sin hacerlo, lo volvió a incluir en su itinerario a mayor gloria de Michael Woods, que fue quien gano la etapa.
Me acerco hasta el centro de interpretación de toda esta cadena de puys. Desde aquí sale el tren y desde aquí se accede a información para entender el lugar en que estamos. Hay infraestructura para las grandes ocasiones. Mucho parking, mucha tienda de souvenirs. El tren: la única forma de subir hasta la cima. Son solo 15 minutos de ida y otros tantos de vuelta. Pero el souvenir no se olvida del Tour.

Ya estoy al lado de mi final de etapa, pero descubro una razón para que el bucle sea algo diferente de lo que había previsto el guionista. Voy hasta Les bicyclettes du grenier. La magia de las hayas y la magia de las bicicletas. ¿Qué sentido tiene este taller de bicicletas? ¿O debo decir museo y no taller?

Hago varias fotos. Me siento trasladado, de nuevo, a otra dimensión.

Al lado queda una crepería. Otro local curioso, desde luego. Tengo que salvar 200 m de desnivel hasta Laschamps, mi destino final de hoy. Por aquí pasó el 14 de julio la etapa 10 del Tour de Francia. Ánimos para Kevin Vouquelin.

Y hasta aquí la jornada en la que suponía que vería los puys. Estar, están; otra cosa es que los pueda ver.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 714,8.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 11.153.
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