Cuando le pides a Gemini que haga una relación de problemas que puede implicar el turismo para el lugar de recepción de los visitantes, la inteligencia artificial de Google no se queda atrás y lanza una importante retahíla de peligros. Así, cita el impacto ambiental, con sobrecarga de recursos, contaminación y más emisiones de gases de efecto invernadero a través del transporte aéreo y terrestre. Por otro lado, hay que mencionar los peligros desde la perspectiva sociocultural. Ahí se citan la pérdida de identidad cultural, la comercialización de la cultura, el desplazamiento de residentes debido al aumento de los precios de la vivienda o los conflictos culturales. Por supuesto, no hay que olvidar el impacto económico: la dependencia del turismo, la fuga de capitales el empleo precario propio del sector o el aumento de precios. Así pues, ya tenemos un palabro sobre la mesa que lo resume: la turismofobia.
Frente a un turismo de grandes números, aparecen otras alternativas más sostenibles. Entre ellas, no cabe duda, el cicloturismo se presenta hoy en día como un gran espacio de oportunidad.
El clima y la diversidad de su patrimonio, natural y cultural, lo avalan. El territorio ofrece un sinfín de alternativas: existen rutas para todos los gustos. La cultura de uso de la bicicleta, además, va creciendo en nuestra sociedad y, en teoría, podríamos estar ante una tormenta perfecta. Así, las Administraciones públicas llevan tiempo impulsando iniciativas para atraer turistas de calidad, que suelen ser ejemplo, a través de sus prácticas sostenibles, de conexión con el paisaje y con el paisanaje.
Este texto forma parte de un pequeño resumen que he enviado para ver si me aprueban una comunicación en el XXI Congreso Ibérico La bicicleta y la ciudad que tendrá lugar en el Auditorio de Galicia, en Santiago de Compostela del 26 al 29 de junio de 2025. En esta ocasión es una iniciativa conjunta de ConBici y la Federación Portuguesa de Cicloturismo y Usuarios de la Bicicleta (FPCUB), con la colaboración del grupo local de la ciudad de Santiago de Compostela, Composcleta.
A través de mi colaboración con la revista Bizikletan / Andar en Bici he tenido la posibilidad de conocer de cerca los casos de la Región Centro de Portugal y de Flandes. Cuando digo «conocer de cerca» me refiero a que he sido invitado a pedalear por esas regiones de la mano de las respectivas instituciones que promocionan esos territorios. Ambas experiencias, desde luego, han sido fantásticas. Nos sirvieron para publicar dos artículos por cada uno de esos destinos. La forma en que me he sentido tratado es para recordarla. Representan, eso sí, dos formas diferentes de entender la aportación del cicloturismo, pero las dos reflejan la conexión que se pretende establecer con el territorio por el que pedaleas.
Flandes huele desde el momento cero a ciclismo. La historia está repleta de grandes gestas a través de sus sinuosos trazados repletos de adoquines en unas carreras clásicas donde las haya. Sí, Flandes ya está en el mapa de destinos cicloturistas. Pero eso no impide que continúen con sus gestiones para llevar hasta allí perfiles cicloturistas diversos. Y es que el asunto es buscar motivos que den sentido al pedaleo. Por supuesto que esa diversidad incluye a quien es fanático del ciclismo profesional y quiere emular a sus héroes y heroínas, pero también a quienes pretender rodar con más tranquilidad y no solamente sintiendo la velocidad en sus piernas depiladas. Así, Flandes hurga en su historia y puede ofrecer, por ejemplo, arte. De hecho, aunque finalmente no nos volveremos para allá esta primavera (lo haremos a Portugal), nos ofrecieron una ruta para empaparnos de la pintura flamenca. Y ni que decir tiene que ciudades monumentales como Brujas o Gante (la lista sería larga) son reclamos en sí mismos. Todo ello en entornos muy amables para la bicicleta, por su larga tradición.
La Región Centro de Portugal, quizá más desconocida para el cicloturismo, cuenta con un potencial espectacular. Además de que, cuanto más al sur de Europa, el clima juega a favor, hay que tener en cuenta su patrimonio histórico y cultural. En mi caso, ya pedaleé por su gran ruta de las aldeias históricas. Si bien no seguí estrictamente el trazado de su correspondiente GR, llegué a visitar nueve de las doce que ofrece el recorrido completo. En mayo volveremos allí. Ya os contaré.
El cicloturismo representa un modo amable de viajar, un modo slow, una manera de conocer paisaje y paisanaje a la velocidad adecuada. Esta es una idea que le compro al cien por cien al amigo Chus Blázquez, de Rutas Pangea, un proyecto, por cierto, de los que te hacen seguir creyendo en que podemos construir un mundo mejor. Sí, el cicloturismo es un diamante en bruto que tenemos que cuidar, pero que aún hay que pulir. Porque su potencial tiene que ver con valores y no solo con contribuir a los ingresos de una determinada región.
Espero escribir más de esta actividad económica ahora que a nivel estatal hay un movimiento potente detrás: Pedal Spain. Se presenta como «Centro coordinador de cicloturismo en España», «una iniciativa que une innovación y cicloturismo creando un espacio donde viajeros, empresas y territorios convergen». Es un proyecto que se encuentra aún en sus fases iniciales. Puedes adherirte a través de un Manifiesto mediante el que quieren sentir a la comunidad detrás. Ya iremos viendo lo que da sí el asunto con este impulso desde la iniciativa privada, pero con apoyo público:
Dicho proyecto tiene por finalidad principal el fomento del cicloturismo en España, entendido este como “aquellas visitas recreativas, ya sea durante más de un día o de solo un día fuera de casa, que implican el ciclismo de ocio como una parte fundamental de la visita”; así como su posicionamiento en mercados locales e internacionales. Se compone de diferentes acciones, entre las cuales se encuentra la creación de un ente denominado Centro Coordinador del Cicloturismo en España.
Pues eso, iremos informando.