Tengo diez años. Me llamo Julen. Me gusta escribir. Es una de las pocas cosas que tengo claras. Este curso es especial para mí. Me han cambiado de colegio. He dejado las escuelas en mi barrio y ahora voy todos los días a un colegio de curas. No sé si me da miedo, pero es algo parecido. Poco a poco lo voy asumiendo. Voy y vuelvo dos veces cada día. Siempre en el autobús escolar. Toda una experiencia a la que hay que sobrevivir.
Llevamos unos días muy fríos. También me gustan. Me gusta acercarme a la ventana de la cocina y hacer dibujos en el cristal empañado. Sé que enseguida desaparecen. O porque mi madre pasa un trapo o porque no termino de estar cómodo con mis escasas habilidades artísticas. Estos días de frío intenso dejan las campas blancas al amanecer. Si hace sol y el día está claro, entonces todo cobra un cierto aire mágico. Eso quiero pensar. Quiero pensar que hay magia alrededor de nuestra casa.
Los animales están abajo, en sus cuadras. Ellos también saben amoldarse a estos días fríos. Parece que ralentizaran sus movimientos. Sobre todo, las vacas. Ellas continúan con su rutina, aunque parecen más recogidas en sus pensamientos. Porque las vacas piensan. Ellas saben de sus cosas. Saben de hierba más o menos apetecible, saben de dar leche más o menos cremosa, saben quitarse de encima las moscas con el rabo. Siempre me han gustado nuestras vacas. Así que a veces, cuando estoy abajo, hablo con ellas. Igual que lo hace mi abuelo.
Es fin de semana. El lunes tendré que volver a coger el autobús para ir al colegio. Tendremos clase de inglés con un cura que, ese sí, ese me da miedo de verdad. Pega con la mano abierta, fuerte. En las escuelas no nos pasaba, pero aquí en el colegio, algunos curas tienen esa costumbre. El profe que tengo para este curso de cuarto de EGB no parece mala gente, menos mal. Bueno, no queda otra, porque es lo que mis padres han decidido. Voy a ver si me levanto de la cama de una vez antes de que mi madre me pegue un buen grito. Merecido.
Imagen de PublicDomainPictures en Pixabay.
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Qué hermoso recuerdo