Cazadores en la nieve, de José Luis Muñoz #NovelaNegra 115

by Julen

Bossòst es un pueblo de la provincia de Lleida. Se encuentra en el Valle de Arán, muy cerca de la frontera con Francia. Por allí pasa el río Garona, uno de esos que, yo al menos, asocio mucho más al país galo que no a España. Porque hay que saber que el Garona nace en el Pla de Beret, en el Pirineo catalán. Otra cosa es que luego se distraiga abriéndose paso por cuatro departamentos franceses antes de desembocar en Burdeos, lo que le proporciona el remate galo definitivo. Pues bien, si mis planes de ruta cicloturista para la Semana Santa del año que viene se cumplen, espero pasar por Bossòst, junto al río Garona en mi particular Volta a Lleida.

Pero Bossòst, además, es la sede del festival de novela negra BMB, o sea, del Black Mountain Bossòst. Ya veis: ni en catalán, ni en aranés, ni en francés, ni en castellano. Será que cuentan con aspiraciones internacionales y de ahí la denominación en inglés. De por medio anda José Luis Muñoz, uno de esos escritores a los que podríamos denominar clásicos del genero negro a nivel estatal. Su producción literaria es enorme. Así pues, si mi Volta a Lleida en MTB juega un poco con el género negro –ya hemos traído por aquí a Anna Grimm, investigadora criminal, de Montse Sanjuan y a Todos me llaman Ful, de Rafa Melero–, no podíamos dejar a un lado Cazadores en la nieve, del mencionado José Luis Muñoz. Publicada por Ediciones Versátil, ganó en su día del XVI Premio de Novela Corta Ciudad de Córdoba.

La novela, de hecho, parece que se convirtió en el punto de partida para que naciera el festival BMB. Estamos ante una trama en la que Bossòst, reconvertida en Eth Hiru en la ficción, se configura como eje neurálgico. El lugar exhibe su poderío, enclavado en los Pirineos. El Valle de Arán es un lugar curioso. Es la única comarca de Catalunya que mira al Atlántico y no al Mediterráneo, si bien el Noguera Pallaresa, que nace también muy cerca del Garona, decidió no renunciar a la cuenca mediterránea. Estamos cerca del Aneto, en el macizo de la Maladeta.

Perdón, si te gusta andar puedes coger la carretera que hay a la salida del pueblo, por donde está el cuartel de bomberos, que señala Luchón, y, poco antes de llegar al Portillón, verás, a la izquierda, una pista que te lleva al Coth de Baretges. —¿Coth de Baretges? —Un collado de montaña, un lugar perfecto para ver el macizo de la Maladeta y el Aneto. Suelen pastar por el lugar vacas francesas y caballos sueltos.

Pero allí, en Eth Hiru, todos se conocen. Por eso todo el mundo sabe de los trapos sucios de los demás. El lugar, encajado por una geografía que lo oprime, se vuelve un lugar de contrastes. A uno le viene a la cabeza Fago o Puerto Hurraco. El primero más o menos cerca, el segundo en otras latitudes. Pero el contexto enfermizo, de viejas rencillas, está ahí. Y más cuando aparecen elementos añadidos de hace veinte años que suman al conjunto. Ahí, los personajes de Marcos y Toñín cobran relevancia. Pero también el de Éric y los de los borrachuzos de turno. Las mujeres son la contrapartida necesaria.

Marcos escucha, asombrado. En un pueblo de quinientas almas no puede existir privacidad. Todo es público. Todo se sabe. Todo el mundo está pendiente, por aburrimiento, de lo que hace el resto. Nada de lo que hace el vecino pasa desapercibido. Una infidelidad es descubierta al minuto de producirse. Un insulto a una esposa es reproducido al día siguiente en una tertulia de bar. Se sabe quién tiene la mano larga con su mujer, quién bebe más de la cuenta, quién debe dinero prestado, quién está enfermo, quién será el próximo en ser enterrado. Se sabe todo. Y lo que no se sabe, se especula. Marcos lleva dos meses residiendo en el pueblo y le gustaría saber qué piensan de él. Lo pregunta.

Es una novela sencilla, que, como decía antes, juega la magia del lugar. En positivo y en negativo. Hombres brutales que ejercen diversos tipos de violencia y que se van conformando como pequeños o grandes monstruos. Naturaleza humana extrema para acompañar a esta otra naturaleza grandiosa que ofrece el Valle de Arán.

La imagen está tomada del Instagram del autor.

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