El KAS

De pequeño no fui de aquellos niños que vivieron pegados a una bicicleta. Sí, en casa teníamos una GAC verde de paseo que nos servía para nuestras andanzas básicas, las mías y las de mi hermana. Sin embargo, lo que sí tuve fue una gorra del KAS, el equipo ciclista que lo era casi todo en aquella época. Con el tiempo supe que la gorra llegó a mis manos porque un vecino corrió en el aquel mítico equipo.

El ciclismo de competición de entonces –las «carreras en bici» era una denominación más normalizada– tenía mucho más que ver con las fiestas de los pueblos que con los grandes titulares de los periódicos o lo que se podía ver por televisión. En concreto, en Urioste recuerdo alguna que otra carrera en la que quien ganaba era un tal Vijandi, un chico que llegó a ser campeón del mundo juvenil de ciclocrós. Sí, como lo leéis, campeón del mundo.

Sin embargo, aquel equipo KAS trascendía el ciclismo. Era un equipo que se había quedado a vivir en el imaginario popular. Sus colores, amarillo y azul, y su maillot con aquellas tres letras claramente legibles, formaron parte de nuestra infancia. Aquel KAS no necesitaba, como hoy en día, no sé cuántas otras marcas más a su alrededor. Se valía y se bastaba con su sola presencia.

El KAS, además, parecía prevalecer sobre los profesionales que lo conformaban. Sí, tampoco es difícil recordar a Perurena, Lasa o Galdós, pero más allá de las individualidades, el KAS era el KAS. Competir con el fútbol debía de ser complicado y quizá no quedaba mucho hueco en el espectro de nuestra atención infantil, pero no hay duda de que aquel equipo ciclista se quedó a vivir con quienes nacimos en los 60.

La imagen está tomada de la web de la Asociación Ibérica de Historiadores y Escritores de Ciclismo.