La religión

by Julen

De pequeño, tanto en la escuela, hasta tercero de EGB, como luego en el colegio de San Vicente de Paúl en Barakaldo, recibí clases de religión. A saber por qué nunca aquellas clases despertaron mi interés. No soy capaz de explicarlo. Quizá aquel niño que fui descubrió algo en las maneras o simplemente encontró otros estímulos a su alrededor que captaron mejor su atención. La religión, diría, nunca entró a formar parte de la persona que soy.

Por ejemplo, apenas si recuerdo nada de algo tan supuestamente «mágico» como era la primera comunión. Si acaso un par de detalles se quedaron a vivir en mi memoria. El primero es bien desagradable. Desde mi más tierna infancia he sentido verdadera repugnancia por el vino, algo que se ha quedado a vivir conmigo hasta el día de hoy. No puedo con él ni con todos los líquidos que proceden de la uva. Pues bien, recuerdo lo mal que lo pasé cuando tuve que ingerir la hostia de la primera comunión porque venía empapada en la sangre de Cristo.

El segundo recuerdo es más agradable. Me regalaron un reloj de muñeca, algo muy típico de aquellas primeras comuniones. Todavía soy capaz de verlo, con su baño de color dorado. Sí, creo que me gustó. Aunque, claro, soy de los que no uso reloj. No sé muy bien desde cuándo, pero no encuentro foto mía de adolescente en la que lleve reloj de muñeca. Vamos, que el regalo debió de pasar enseguida a mejor vida.

La religión fue el catecismo. Fueron también las misas a las que íbamos los viernes en el colegio. Fue, creo, un cierto miedo escénico a todo lo que la rodeaba. Nunca fui a confesarme. Todo aquello era demasiado oscuro por más que en mis primeros años se disfrazara de un cura joven que tocaba la guitarra en las escuelas del barrio. Al principio íbamos a misa los sábados o los domingos, pero luego dejamos de hacerlo. La religión quedó a un lado. Creo no de manera traumática. Pero no, parece que no me convenció. De nada.

La imagen está cogida de un blog de Cristina de la Torre con recuerdos de la EGB. Por cierto, una maravilla.

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2 comentarios

Isabel 15/09/2024 - 10:47

¿Quizá un problema con la rigidez de la estructura? Porque incluso de aquella ya era pura naftalina.
Soy muy respetuosa con las personas que tienen sentimientos, incluso creencias, siempre y cuando vayan a la par que la discreción. Porque deben ser algo personal y privado, ¿no?
Las estructuras siempre chirrían… Igual por eso es más fácil poner en marcha que buscar mecanismos para que se desarrollen.
En fin, filosofías domingueras. Un beso Julen 🙂

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Julen 16/09/2024 - 09:21

Sí, sí, yo también respeto a todas esas personas que sienten creyentes, faltaría más. En fin, para gustos los colores.

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