Primer balance rápido a la vuelta de #NoruegaEnBici

by Julen

Decía ayer que ya escribiría un balance en condiciones más adelante. Sin embargo, aprovecho el vuelo para escribir algunas primeras impresiones tras estos 20 días de ruta en bici. En realidad, de pedaleo solo han sido 17, porque tres (casi cuatro) los dediqué a recuperarme en Trondheim de mi problema con el poplíteo.

Respecto a esta cuestión, tuve la mala suerte de sufrir un primer día horribilis. Fueron 115 kilómetros de lluvia prácticamente constante, a veces suave y a veces fuerte. No es que hiciera frío, pero la media fue de 11 grados, que, no nos vamos a engañar, calor tampoco es. Pues bien, esa primera etapa me dejó tocada la rodilla izquierda. El día siguiente se quedó también en 12 grados de media para una etapa que llegaba de nuevo a los 100 kilómetros. Llovió, pero no tanto. Al tercer día sabía que tenía que descansar. No sé exactamente qué me pasó, pero el descanso, el hielo y los estiramientos hicieron efecto.

Dejamos atrás el hotel junto al aeropuerto

Cuando volví al pedaleo no las tenía todas conmigo. Para colmo de males, un conductor de autobús se empeñó en Trondheim en que la bici no entraba en su maletero. Daba igual que estuviera vacío, daba igual que fuéramos solo tres pasajeros. Todavía estoy esperando a ver qué contestan a un segundo correo en que pedía explicaciones. La consecuencia fue alargar la etapa de ese día en que volvía a pedalear, tras los días de descanso, de nuevo a más de cien kilómetros. No es lo recomendable cuando sales de un percance físico.

Esto me conduce a la cuestión de si en Noruega hay cultura ciclista. Pues sí y no. Me explico. Hay muchísimos kilómetros de carril bici. Nos ganan por goleada. Ayer, por ejemplo, fue espectacular salir del aeropuerto montado en bici y a los 300 metros disponer ya de una vía exclusiva, segregada de los vehículos a motor. Otro botón de muestra: en Oslo nadie me dijo nada ayer por ir en bici en zonas con mucho peatón. Ni una mala mirada. A pie y en bici nos toca convivir en esos espacios urbanos.

Entonces, ¿dónde entiendo que no hay cultura ciclista? Los túneles, que los hay a cientos, no han sido pensados para las bicis. No ya los que pasan por debajo de los fiordos (de esos me olvido), sino cualquier otro: en ninguno he visto arcén. En ninguno. Además, los largos, los de más de tres kilómetros, agobian, no tanto por el túnel en sí, sino por la velocidad y la actitud de quienes conducen sus coches. O sus autocaravanas. Hay quien no se corta un pelo para adelantar. Hablo de noruegos y de un sueco, en concreto.

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Pero es en las carreteras importantes donde te das cuenta que se han olvidado del colectivo ciclista. No hay arcén y, para estropearlo un poco más, en ocasiones meten un corrugado muy molesto que te lleva, al final, hacia el centro de la carretera. Y si hay tráfico, a sufrir.

Otro asunto es la decepción con los autobuses. Pensaba que, estando prohibidos para bicis muchos túneles, los autobuses estarían dotados de cierta infraestructura para agilizar el acceso con una bici. En Trondheim, como ya he comentado, fue una negativa directa. En Kristiansund no cabía en el espacio habilitado (no era en el maletero, sino en el mismo espacio de pasajeros). Y en Molde la metí en un maletero como cualquier otro, sin un espacio ad hoc. Por supuesto, pago adicional por bici. No es equipaje «normal».

Por su parte, en los trenes (y en los barcos) mucho mejor, como siempre. Mención especial para el tren de Oslo al aeropuerto: bici gratis y con espacio suficiente para ella, además de que te puedes sentar al lado. Indicar que el incidente de que no me permitieran reservar la bici el día del Flåmsbana se quedó solo en un susto.

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Yendo a cuestiones más generales, Noruega presenta, no cabe duda, una naturaleza espectacular. Y la bici es fantástica para disfrutarla. Pero he visto muy poco cicloturista si exceptuamos la Rallarvegen (exagerado el tránsito por ella y casi todo en sentido hacia Flåm) y la ruta ciclista nacional 5 de la penúltima jornada. Las bicis han conquistado el entorno urbano, pero ahí parece haberse quedado el asunto.

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Sobrepasar los mil metros de altitud es penetrar, ahora en verano, en otro mundo. Allí arriba continúan las nieves. Los glaciares aguantan como pueden el calentamiento global. Lagos por todas partes. Las rutas panorámicas de Gamle Strynefjellsvegen y de Sognefjellet son un regalo para la vista, al igual que la Rallarvegen. Quizá si estás acostumbrada al ambiente alpino no te sorprenda. Cada cual lo miramos desde nuestra experiencia.

Ciclando la Rallarvegen

Las cimas de Sognefjellet

Por supuesto, la otra gran referencia natural en Noruega tiene que ver con los fiordos. Por una parte, no se pueden dejar de mencionar los reconocidos como Patrimonio de la Humanidad: Geiranger y Nærøyfjord. Pero repasando ramales del Sognefjorden se pueden encontrar otros muchos tan cautivadores o más que estos dos citados.

Entramos en Nærøyfjorden

Sin embargo, la costa ofrece otro tipo de fiordos, sin los salvajes desniveles de los que se nos quedan en la retina. Así, la línea de costa (llamarlo «línea» es muy temerario) desde Trondheim hasta Molde me gustó especialmente, incluyendo, cómo no, la Atlantic Road. La ausencia de viento y las luces de primera hora del día transmiten una fantástica sensación de paz y sosiego. Las aguas hacen de espejo casi perfecto tanto en esta costa tranquila como en los más de 20.000 lagos que se reparten por todas partes.

Atlantic Road

Y en el otro extremo tenemos las aguas bravas. En forma de rápidos, de cascadas, de cataratas, todo un enorme volumen de líquido se mueve desde las montañas hacia niveles inferiores. Agua, agua y agua por todas partes.

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De lo que he visto en cuanto a patrimonio cultural y religioso, las stavkirke, las iglesias medievales de madera, me han encantado. Ringebu, Rødven, Lom, Urnes, Kaupanger, Uvdal, Nore, Rollag… Es que todas ofrecían algo especial. La madera es el punto de partida. Frente a la piedra, es otra manera de entender la construcción, pero por sus implicaciones culturales va mucho más allá. Sí, las stavkirke, a mis ojos, son maravillosas.

Stavkirke de Rødven

Stavkirke de Rollag

Además de lo que, de alguna forma, ya preveía, porque me había documentado, me ha sorprendido cómo en las zonas rurales hay granjas hasta en los lugares más recónditos. Distinguiría las que enseguida se ve que están en modo «trabajo intensivo», por decirlo de alguna manera, de otras que parecen de postal, con un césped inmaculado. La obsesión por mantener a raya la hierba es evidente.

Por citar algunas otras cuestiones generales (quizá obvias), comento rápidamente algunas por si te vienes en alguna ocasión. Incluyo también alguna curiosidad.

  • No se usa apenas el dinero en metálico. Ha habido casos en que ni lo aceptaban.
  • Quizá está de sobra mencionarlo, pero el país es caro, muy caro, especialmente alojamiento y comida. La opción de cabañas, si se viene en grupo, me parece muy buena opción.
  • En inglés puedes hablar casi con cualquier persona.
  • Hay que venirse con cierta ropa de abrigo y, sobre todo, para agua. Como me dijeron en Trondheim, sabemos que es verano solo porque no nieva. Prepárate para todo lo demás.
  • No he encontrado grandes muestras de amabilidad y cercanía. Ha sido mi impresión.
  • Me traje repelente de mosquitos. Sí, alguna picadura he tenido, pero no he llegado a usarlo.
  • No hay horario de comer y cenar en los restaurantes, sino que en la mayoría es continuo. Ojo, que pueden cerrar pronto para nuestras costumbres.
  • En verano los días son muy largos y si vas hacia el norte descubrirás que la noche no es tal. Vas a tener a tu disposición muchas horas de pedaleo.
  • La penetración de Tesla es espectacular. Muchísimos coches eléctricos y muchos de ellos eran Tesla, con cargadores en cualquier sitio.
  • Por último, mucha bandera noruega. En las granjas y casas de campo, diría que por defecto. Sin más, me llama la atención.

Bueno, pues hasta aquí unas primeras impresiones rápidas. Más adelante escribiré un artículo más estructurado.

Etapa anterior

Fotografías de la ruta.

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