16 Gudvangen-Aurlandsvangen #NoruegaEnBici

by Julen

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Llego un poco apabullado por lo exagerado del paisaje que contemplé ayer y que aún ahora me continúa rodeando. Sí, claro, ya sabes lo que es. Lo has visto en mil fotos antes de estar aquí. Pero recurro a lo de siempre: no es lo mismo. Y todavía me queda mañana y parte de pasado mañana.

Estoy en el hotel Gudvangen, que está ubicado en un edificio precioso por fuera y con una cuidada decoración interior. Se agradece este tipo de local con su personalidad en una zona con inflación turística, como es el caso.

Gudvangen, según parece, fue en su día un importante lugar para el comercio. El pueblo queda al fondo del Nærøyfjord. Aquí está instalada la aldea vikinga de Njardarheimr, cuyo nombre proviene de Njord, el dios del comercio y la navegación. La presentan como una auténtica aldea vikinga con «vikingos de verdad». Un tal Olafr Reydarsson es su líder y se supone que conforman una comunidad que vive de acuerdo con los valores tradicionales vikingos. No sé, a mí me ha parecido desde el principio una turistada. En fin, supongo que aplico prejuicios. La entrada cuesta algo más de 20 euros.

El pueblo vikingo Njardarheimr consta de más de 20 edificios y más de 2.000 m2 de edificios, y se están planificando más. Las casas se construyen basándose en experiencias previas con reconstrucciones de edificios de la época vikinga. Todas las decoraciones están basadas en estilos de la época vikinga, pero con diseño propio. Los edificios utilizan materiales que se encuentran aquí en el fiordo de Nærøyfjord, como turba y tejas, como en las iglesias de madera.

Gudvangen, «el valle de los dioses», es en la actualidad un pueblo pequeño, de apenas 150 habitantes… y miles de visitantes a través de los barcos que recorren los fiordos. Eso sí, barcos de dimensiones contenidas. Estamos en uno de los lugares emblemáticos del turisteo fiordense noruego.

Por la mañana me he acercado a Bakka, un pueblecito que queda a cinco kilómetros de Gudvangen. Bakka quiere decir «en la orilla». Más claro, imposible. Y por la orilla del fiordo se llega hasta él. Hay una carretera que a través de un largo túnel de casi dos kilómetros da acceso al pueblo, pero mucho mejor es la opción de hacerlo por la antigua carretera, a veces convertido ya casi en sendero, que apenas se despega unos pocos metros del fiordo. Las vistas son espectaculares. Una pequeña iglesia blanca de madera descansa en un lugar paradisiaco. Frente a la grandiosidad de las montañas circundantes, parece un edificio de juguete. La nave mide apenas 13,5 m de largo por 7 de ancho. Se consagró en 1859.

Allí en Bakka dejo pasar un poco el tiempo. Todo invita a la calma. Bueno, si no fuera porque he pinchado. Y ya veo que el líquido tubeless sigue intentando hacer su función, pero parece que lo va a tener complicado.

Me vuelvo a Gudvangen con la vista puesta de vez en cuando en la rueda delantera. Pinta mal. Efectivamente, hay que meter cámara. Voy perdiendo aire de forma evidente. Me acerco a una mesa de madera unida de por vida a sus dos bancos, uno a cada lado, y me pongo a la faena. Para mi sorpresa no queda líquido tubeless. Los pinchazos de estos días atrás se lo han comido.

Tranquilidad. Al de poco aparece un ejército de gente que baja de sus piraguas y que empiezan a sacar mil cachivaches colocándolos todos alrededor de donde estoy. Jaja. Le hago una broma a uno de los chicos diciéndole que me han rodeado, pero es del tipo déjame en paz que estoy currando. Nada, chaval, que tengas buen día. Intenta sacar una sonrisa cuando puedas.

Con la faena ya terminada, recojo mis herramientas, las guardo de nuevo en la bolsa bajo el sillín y me voy a tomarme un café mientras espero a mi barco, que sale a las 12h.

Si ayer llegué en ferry a Gudvangen en plan relax, hoy la idea es continuar con el plan y tomarme la mañana para descansar. El paseo hasta Bakka cuenta como descanso, aunque el pinchazo altera un poco el plan. Esta vez el barco me lleva hasta Flam en un par de horas. En realidad, este tampoco era el plan, pero hace un par de días me llegó un correo de la empresa que lo organiza para decirme que se había suspendido la parada en Aurlandsvangen, mi destino. Tampoco supone tanto trastorno porque Flam queda a siete kilómetros por carretera de Aurlandsvangen.

Al principio había pensado ir en autobús y cruzar el túnel hasta Flam (las bicis tenemos prohibido el acceso). Sin embargo, dada la espectacularidad de navegar por los fiordos, he preferido repetir experiencia y volver a navegar primero por el Nærøyfjord (es la ruta en sentido contrario a la de ayer) y luego por el Aurlandsfjord. Ya en Aurlandsvangen quiero subirme despacito y con buena letra hasta el famoso Mirador de Stegastein. Bueno, te dejo, que llega el barco. Buenoooo, si es moderno, no como el de ayer. Buenoooo, si está de gente a reventar. Venga, que embarcamos.

Esta segunda experiencia de «crucero» me introduce en el turismo de masas. Creo que puedo decirlo así. Somos multitud aquí dentro del barco. Por megafonía insisten en que no se alimenten a las gaviotas, porque «se pueden volver agresivas». No me digáis por qué, ayer no llevamos gaviotas alrededor del barco; hoy sí. Ellas sabrán dónde pueden pillar comida, digo yo.

El Aurlandsfjorden nos da la bienvenida. Salimos del Nærøyfjord. Le despedimos con honores. Fotos y más fotos.

Desembarco del ferry junto al resto de la marabunta. Flåm está a rebosar. Quizá un crucero que está atracado tenga algo que ver.

Me acerco hasta la estación de tren del Flamsbana porque quiero ver si puedo coger billete para la bici de cara a la jornada de mañana (ya te enterarás del asunto cuando leas el siguiente post). Al hacer la reserva no se podía incluir la bici, según me explicaron. Vamos, que hay que hacerlo «en el momento», aunque no suele haber problemas. Cruzo los dedos.

Busco también algún sitio donde pueda meter más presión a la rueda delantera. Hay un par de empresas de alquiler de bicis en donde supongo que podré conseguir una bomba de pie. Me doy de bruces con una de ellas. Sin problema, me dejan una bomba y meto tres bares en cada rueda. La trasera también va perdiendo presión, según veo. Espero que no vaya a peores el asunto. Pregunto por si pudiera comprar una cámara para seguir llevando dos de repuesto, pero me dicen que por aquí nones.

Una chica española que atendía en el museo del Flamsbana me dice que haga la gestión en el Visitors Center. Hemos empezado a hablar en inglés y nos hemos delatado mutuamente por el acento. Me comenta que está todo petado con las bicis en el tren.

Cuando quise hacer la reserva de la bici y no se podía me dieron esta respuesta:

It is not possible to pre book tickets for the bikes on this train.

When you arrive in Flåm, simply go to the ticket window and book the ticket. You can pay there and then. They will always prioritize passengers with train tickets on to Oslo or Bergen, but can bring bikes on earlier or later departures if needed.

Muy amable, la chica que me atiende en el Visitors Center me dice que el tren va lleno y que no hay sitio para mi bici. Le enseño el correo, negociamos y finalmente me hace hueco. Me dice que lo que me han dicho en el correo no es cierto y que, por favor, se lo reenvíe. Así lo hago. ¡Cosas tienen estos noruegos!

Hechas las gestiones en Flåm, me voy para Aurlandsvangen. Son apenas siete kilómetros pegados al fiordo, casi todo por carril bici.

Aurlandsvangen es el pueblo que queda al fondo del Aurlandsfjord, en su lado este. Este fiordo es un ramal, claro está, del Sognefjord, al que, ya te comente, denominan «Rey de los Fiordos» porque es el más grande y profundo de Noruega. Skjolden, donde dormí hace un par de días, es su punto más alejado de la costa. Aurlandsvangen es pequeño y vive, evidentemente, del turismo.

Comienzo la subida a Stegastein. Mi alojamiento, el Winjum Hytter, queda en el camino, a cien metros de altitud y con unas vistas estupendas. Paro, hago el check-in, quito peso al dejar la mochila y sigo para arriba. Cuando llevo media subida (se asciende a 660 metros) me doy cuenta de que me he dejado el móvil en la habitación. Pues no habrá fotos. Bueno, quiero decir mías, porque si buscas imágenes de Stegastein en Internet las tendrás a miles. Son ocho kilómetros de subida que discurren por otra de las rutas panorámicas que ya has ido conociendo a lo largo de la ruta. En concreto se trata de la conocida como «Carretera de las Nieves» y que conecta Aurland y Lærdal. La carretera a veces es estrechísima y se montan unos buenos líos con las autocaravanas. Sin la mochila, subo ágil, cómo se nota. Arriba hay que fichar en el ultrafamoso mirador diseñado por Todd Saunders y Tommie Wilhelmsen y que luce palmito desde 2006.

Esta estructura, que sobresale 30 metros de la ladera de la montaña, a 650 metros sobre el fiordo, ofrece un panorama incomparable. Es difícil imaginar una vista más sorprendente del fiordo, las montañas y el paisaje circundante. Un espectáculo que te dejará sin aliento y un lugar perfecto para tomar fotografías memorables de tus vacaciones. Stegastein es uno de los miradores más fotografiados de la región.

Foto de Robert Bye en https://snl.no/Nasjonale_turistveger

Disfruto de las vistas. Hay turistas, pero tampoco es la multitud de abajo en el barco. Creo que, una vez en Aurlandsvangen, merece la pena pasar por la turistada de subir hasta uno de esos puntos panorámicos que aparecen en todas las guías.

El descenso exige llevar todos los sentidos alerta. Enseguida se coge velocidad, pero no es carretera para alegrías. Me bajo hasta el pueblo a coger comida y media vuelta al hostel en que me hospedo. Mañana toca otra etapa de las que sí o sí había que pedalear. Ya lo leerás.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 1.056,56.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 12.607.

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Fotografías de la ruta.

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2 comentarios

Aitor 30/07/2024 - 14:19

Una comunidad que vive de acuerdo con los valores tradicionales vikingos, y que admiten visitas todo el año… salvo el 24 y el 25 de diciembre. Como se enteren Thor y Odín, los fulminan. 😉

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Julen 30/07/2024 - 14:45

Son vikingos.com, del siglo XXI jajaja

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