10 Molde-Isfjorden #NoruegaEnBici

by Julen

Strava: https://strava.app.link/gGyZaF69sLb

Molde, cómo no, también hace gala de su ubicación junto a un fiordo. Bueno, mejor decimos dos y no uno. El primero, ni tan mal, el suyo propio: el Moldefjord. El otro, porque el municipio se extiende hacia el este, y por eso se las ve también con el Fannefjorden. No obstante, he leído que queda a orillas del Romsdalsfjord. Según parece, el Moldefjord es un brazo del Romsdalsfjord. Hasta aquí, por hoy, la clase de fiordología. Cambiamos de tema, que aburro. Ya te lo advierto, la etapa de hoy va de fiordos.

Por lo que he leído, no está nada mal venirse en invierno a Molde. La culpa la tienen los 222 picos parcialmente cubiertos de nieve que conforman el «panorama de Molde«. Pues eso, ni 223 ni 221. Para disfrutar del asunto hay que subir hasta el mirador de la cima de Varden, una colina de 404 metros de altitud que queda detrás de la ciudad. El asunto no es broma, que hasta tiene artículo en la Wikipedia. Además, si quieres fotos, Google Maps te ofrece unas cuantas.

Las montañas del panorama de Molde están ubicadas entre 15 y 40 kilómetros al sur, sureste y suroeste de Molde. A menudo se puede apreciar una fantástica explosión cromática debido a los contrastes cambiantes en la luz a lo largo del día y la forma en que se reflejan en el Romsdalsfjord. Es una de las principales atracciones de Molde y ha atraído a turistas a la ciudad desde el siglo XIX.

Pues nada de nada. El día está cerrado y llueve toda la tarde. ¿Subir al Panorama? No tiene sentido alguno porque me temo que hoy ha cerrado sus puertas. Me conformo con disfrutar de las rosas que están por todas partes en Molde.

El Thon Hotel Moldefjord en el que me hospedo ofrece paraguas de cortesía en sus habitaciones. Ya saben de qué va el asunto. Hoy reparten abono a 13 grados y lloviendo. Mañana más de lo mismo. No digáis que no es entrañable, ¿verdad? Nota mental: añadir este hotel a la lista de recomendables.

Además de lo que os cuento, vaya susto al mirar por la ventana del hotel. Ha aparecido un pequeño monstruito ahí al lado. ¿Lo veis? Ni me he enterado de cuándo ha llegado. En el momento de realizar el check-in os prometo que ahí no estaba.

Molde es también destino para practicar una amplia variedad de deportes. Por supuesto, hay instalaciones para esquí y otras disciplinas relacionadas con la nieve, pero también puedes disfrutar de zonas para practicar senderismo o bici de montaña. Moldemarka es el monte que queda detrás de Molde y es el que, en gran parte, es responsable de esta oferta. Ah, y de aquí es también Jo Nesbø, el autor superventas del género negro escandinavo del que he reseñado ya tres libros en mi blog: El reino, Sol de sangre y El leopardo.

El pueblo y las zonas limítrofes son el hogar de unas 21.000 personas. Se configura, evidentemente, como el centro administrativo y también comercial de la provincia/condado de Møre og Romsdal. Lo que vemos hoy en día está muy condicionado por las consecuencias del bombardeo en 1940 durante la Segunda Guerra Mundial. Ante nuestros ojos luce una arquitectura nueva y una mezcla de casas y jardines tanto antiguos como nuevos a lo largo de la costa y en las laderas de las montañas.

Por eso, entre los atractivos de la ciudad hay que incluir el Romsdalmuseet. Quería haber ido, pero cerraba pronto. Fundado allá por 1912, es un museo al aire libre que muestra edificios e interiores interesantes de toda la región. Disponen también de un centro de visitantes, «Krona», donde entre otras cosas, se puede ver a artesanos trabajando en la confección de los bunad, los trajes típicos de Romsdal. Queda para otra visita.

Molde, además, es uno de los puertos de escala del Hurtigruten (Kristiansund y Trondheim también lo son), que es la ruta de pasajeros, correo y mercancías que navega de Bergen a Kirkenes: 11 barcos que utilizan cada uno 12 días en un viaje de ida y vuelta con 34 paradas. No era, por cierto, el crucero que estaba atracado junto al hotel.

La ruta del Hurtigruten arrancó en 1893 con un primer viaje entre Trondheim y Hammerfest, en el norte. En la actualidad, durante el verano surcan también las aguas del Trollfjorden, el Geirangerfjorden, así como las Islas Lofoten. Vamos, que ya no es un simple medio de transporte, sino que se ha sumado a la lista de «cosas que hay que hacer» como turistas en tierras aguas noruegas. El Hurtigruten, por cierto, dispone de su propio museo, en Stokmarknes, una de las escalas.

Hoy es etapa de ir pegado a los fiordos… o de cruzarlos, sea mediante un túnel o en barco. Fiordos: una novedad que no te la esperabas, ¿verdad? Pues bien, la etapa queda dividida en cuatro tramos, cada una de ellos caracterizado por su fiordo correspondiente: primero el Fannefjorden, luego el Langfjorden , después el Røvenfjorden y, finalmente, el Romsdalsfjorden. Conste que, al principio, había pensado seguir toda la línea de costa del primero, el Fannefjordyen, pero finalmente he decidido coger un autobús que cruza por un túnel bajo sus aguas y me deja en diez minutos al otro lado, en la isla de Bolsøya. Desde ahí hay que cruzar un puente, que recuerda mucho a los de ayer en la Carretera Atlántica, y que conduce al pueblo de Røvik.

Me ha dado un poco de pena no hacer todo el Fannefjorden y llegar al fondo del fiordo, que queda en el pueblo de Kleive. Allí he leído que hay una iglesia ¡también octogonal! construida en 1858 con un diseño en estilo Imperio, que coloca la torre en el centro. Estas iglesias de diseño octogonal no son tan raras, como vais viendo. He leído que hay unas 70 repartidas por todo el país y prácticamente todas están construidas empleando la madera. En mi ruta ya he visto dos.

Bueno, a lo que estoy. En bici la broma me habría salido por 51 kilómetros de pedaleo, mientras que desde la parada de autobús en la que me he bajado en la isla de Bolsøya hasta Røvik no llegan a 8. El túnel que sale de Molde desciende 101 metros bajo el agua y se anima, como el de ayer, con pendientes de hasta el 8% en esta ocasión. Vaya tela. ¡Viva la ingeniería noruega!

Vamos a ver qué tal el tercer conductor de autobús. Desayuno de forma más o menos moderada en el hotel y estoy puntual para esperar al 420, que sale de la plataforma 3 a las 7:50. Ah, noticia: de momento, no llueve. Me toca primera conductora y es del grupo de las medianamente amables. Esta vez la bici va en bodega, no arriba. De nuevo somos muy pocos viajeros y no hay problema en meterla en el maletero del autobús… como me debería de haber pasado en Trondheim. Los diez minutos de trayecto bajo el túnel salen a 5,84 euros.

Recojo la bici de la bodega y pedaleao durante unos breves kilómetros por la isla de Bødoya, de la que salgo, como os decía antes, por un puente estilo «carretera del Océano Atlántico».

El siguiente fiordo, el Langfjorden, lo voy a cruzar en un ferry, que va de Sølness a Åfarnes en una travesía de apenas 20 minutos. Esquivo durante un tramo la carretera principal, lo que se agradece. Un poco antes de llegar a coger el ferry me saluda la iglesia de Veøy.

Noticia: llueve. Fino, pero constante. Día cerrado el que tenemos hoy. En el ferry de nuevo he viajado gratis. Ya no sé si soy delincuente o es que solo pagas si llevas coche. Tengo que investigar este asunto.

Deja de llover fino, ahora es de forma pertinaz. Venga, ánimo. Nada más salir del barco, un cartel dice que pedaleo por el municipio de Rauma. Los primeros diez kilómetros van pegados al segundo de los fiordos del día, el Rødvenfjorden y me proporcionan unas espectaculares vistas de los montes a lo lejos. Perdón, eso es otro día. La pequeña isla de Holmemsholmen flota en mitad del fiordo, con el sol pegando fuerte.

Llego a un cruce que a la derecha me lleva hasta la visita obligada del día: la stavkirke de Rødven. Son 9 km de ida y otros tantos de vuelta por una carretera sin tráfico. La iglesia medieval y su colega, la nueva, que está al lado, quedan escondidas junto al fiordo, algo separadas del pueblo en sí. El edificio ha sufrido diversas intervenciones con el paso del tiempo, pero mantiene un aspecto fantástico, sujetado como está por una serie de vigas exteriores.

Espero a que sean las once, porque a esa hora abren la iglesia. Hay que pagar los 9 euros de rigor, pero vaya si merece la pena. Es como entrar en otra dimensión. Si por fuera encandila, por dentro enamora. El púlpito, el altar, los bancos, el coro, todo dentro de un espacio de 9 metros de largo por 6,5 de ancho. Además, hay un crucifijo que parece ser del siglo XIII, al igual que la iglesia. Y lo curioso, como podéis ver en la foto, es que la nueva, construida a principios del siglo XX, la erigieron enfrente.

El único detalle molesto de la visita ha sido una familia inglesa bastante numerosa que se habían tomado el lugar como un parque de atracciones. Un respeto, que diría mi madre, por favor. Los dejo allí dentro entre gritos y carreras. Lo mismo les mando un asesino en serie de Jo Nesbø. Que no, que no, que es humor negro noruego.

Me quedan unos 25 km para terminar la etapa. ¡No llueve en todo el tramo! Al menos no con la insistencia de media mañana. La carretera de Rødven desemboca en otra más amplia, con cierto tráfico. Tengo que salvar una pequeña tachuela que me deja, por fin, en el último brazo de mar del festival fiordero de hoy, el Romsdalfjorden, en cuyo fondo queda Isfjorden, mi destino final.

Al otro lado del fiordo se ve un crucero atracado. Es Åndalsnes, uno de los puntos calientes del turisteo fiordeño desde donde mañana espero coger otro autobús para cruzar un túnel que de nuevo no puedo cruzar con la bici. Esta vez no bajo un fiordo, sino bajo la montaña.

Por aquello de ir más tranquilo, en vez de continuar por la carretera «general» por la que vengo, opto por otra que va algo por encima en la ladera. Además, así, dispongo aún de mejores vistas. Llego, por fin, al downtown de Isfjorden. Saludo a la consabida iglesia parroquial.

Más adelante cruzo el río Isa. Ahí al lado queda mi alojamiento para hoy: una habitación en un edificio todo de madera en el camping Romsdalseggen, muy similar al tipo de alojamiento de mi noche en Frya Leir.

Mañana cuento más. Nos leemos.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 562,60.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 5.437.

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Fotografías de la ruta.

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