09 Kristiansund-Molde #NoruegaEnBici

by Julen

Strava: https://strava.app.link/3mSSG9nkrLb

Se suele decir de Kristiansund que es una de las ciudades noruegas con un centro urbano más condensado. Es decir, algo más parecido a lo que acostumbramos nosotros en la Europa del sur. No obstante, casi el 80 % de sus edificios originales se quedaron en escombros tras los bombardeos de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. O sea, que los que vemos hoy fueron construidos en los años 1940 y 1950. O en los 60, como la iglesia más grande, la de Kirkelandet, que fue la primera en plan moderno. Eso sí, en Grip, una pequeña isla que solo suele tener gente en verano, pueden presumir de stavkirke medieval. Una pena no poder visitarla porque sus dimensiones realmente reducidas –6,5 m de ancho, 12 m de largo y una altura de campanario de algo menos de 6 m– deben darle un aire encantador.

Pero, ¿qué otra conexión existe entre esta ciudad y nuestras costumbres? Apunta: el bacalao. Más en concreto, la «bacalada», o sea, el bacalao curado. De pequeño recuerdo perfectamente las balacadas colgadas en la cocina de casa. Mi abuelo era un auténtico forofo. Soy capaz de verle cortando un pedazo con la navaja y, sin más, para dentro.

Pasear por Kristiansund es encontrar múltiples alusiones a la cultura del bacalao. Por ejemplo, Klippfiskkjerringa, una escultura de Tore Bjørn Skjølsvåg que se puede ver en el puerto y que homenajea a las numerosas mujeres que trabajaron en los acantilados de la ciudad en busca de bacalao seco.

Para hacerse una idea del volumen de bacalao con el que se trabajaba, nada como esta otra foto de mediados del siglo pasado. Eso que se ve por todas partes es ¡bacalao!

Eso sí, con el tiempo, a partir de que se descubrieran tremendos yacimientos de petróleo y gas en la costa noroeste de Noruega, la ciudad se ha transformado. Compañías petroleras como Royal Dutch Shell o Statoil imponen su presencia frente a la humilde bacalada. Bueno, digo «humilde», pero estos bichos llegan a pesar hasta 40 kilos y vivir unos 20 años y no hay que olvidar que el bacalao seco ha constituido una fuente de alimentación desde la época de los vikingos. Y toma nota: hay que distinguir entre el que está solamente secado (stockfish) del que, además, está cortado y salado (klippfich). Por las tiendas es fácil encontrar hasta snacks.

Bueno, e incluso en las alcantarillas encontramos a la Klippfiskkjerringa.

Lo que es evidente es que, en Noruega en general y aquí en particular, hay orgullo por la bacalada. Lo presentan como un producto rico en proteínas, vitaminas A, D y B12, selenio y omega-3.

El sabor de la bacalada noruega es el resultado del bacalao, la maruca, el carbonero, el brosmio y otros pescados blancos que viven libremente en océanos árticos limpios y claros durante toda su vida. Una vez capturado el pez, se le quita la mayor parte de su columna vertebral, lo que permite que se pliegue en su distintiva forma triangular. Esto facilita salar el pescado de manera uniforme, además de secarlo y prensarlo. La sal extrae el agua y satura el agua restante del pescado. Este proceso de maduración suele tardar unos meses.

Entre el bacalao y los combustibles fósiles, Kristiansund es una ciudad curiosa. Hay bastantes hoteles para la gente que trabaja en las plataformas petrolíferas. El desayuno en el hotel comienza ¡a las seis de la mañana! Se ve que luego el viaje hasta el curro lleva su tiempo. Digo yo. Se daba cita una curiosa mezcla de jubilados que llegaron ayer de excursión en un par de autobuses y trabajadores, algunos de ellos ¡con sus prendas de abrigo a prueba de lluvia! Vamos, lo típico del verano en el Mar del Norte.

Salir pedaleando desde Kristiansund no es fácil. Después de valorar varias opciones –mi plan es hacer noche en Molde–, opto por cogerme un autobús que cruza el Atlanterhavstunnelen, o sea, el «túnel del Océano Atlántico». Cruzo los dedos tras la experiencia en Trondheim.

Son casi seis kilómetros bajo el mar. Alcanza una profundidad de 250 metros, lo que lo convierte en uno de los túneles submarinos más profundos del mundo. Y sí, cuando lo construyeron tuvieron problemas de fugas, lo que alargó las obras. Espero que lo resolvieran bien. Al principio fue un túnel de peaje, pero desde 2020 es gratuito. Eso sí, nada de bicis. Se entiende, ¿no? Bajada al 10% de pendiente y subida con igual desnivel. Casi nada la broma.

Esta vez estoy encantado con el conductor del autobús. Muy amable, me ha indicado dónde debía poner la bici. Eso sí, el espacio es muy justo. No va en bodega, sino arriba en el sitio que está pensado para un carrito de bebé o una silla de ruedas. Tengo que quitarle la rueda delantera, pero al final me arreglo. El chófer da su OK y se interesa por la ruta que estoy haciendo. Majo el tipo. Sigo preguntândome por lo que me pasó anteayer en Trondheim. Les he presentado una queja. Ya comentaré lo que respondan. Lo harán, ¿no?

Está lloviendo, así que decido ir hasta Kårvåg, casi al final de la isla de Averøy. Supone recortar 19 km a la etapa de hoy y hacerla más suave. Un detalle: la calefacción va puesta en el autobús, no digo más. Ayer 31 grados y hoy 13 al levantarme.

Estoy ante uno de los tramos emblemáticos a pedalear en la costa noruega. Se trata de la conocida como carretera del Océano Atlántico. Lo que viene a ser, para que nos entendamos, una turistada. A ver cómo me va en mi periplo ciclista hasta Molde. Tengo curiosidad por ver cuánta fauna turística concita esta carretera que discurre por una serie de pequeñas islas con vistas al mar y a las montañas cercanas y lo hace mediante puentes, algunos de los cuales son de lo más fotografiado del país. No te digo más.

El autobús me deja en una estación de servicio, justo a la entrada de la carretera en cuestión. La «fiesta» de los puentes ultrafotografiados se extiende hasta el pueblo de Bud. Hay que transitar por los puentes de Most Geitøybrua, Storseisundet, Myrbærholmbrua, Hulvågbrua y Klipabrua. Si consultas información de la Eurovelo 1, una de las rutas cicloturistas por excelencia en el continente europeo, verás que pasa por aquí.

“El camino a través del mar” es una experiencia icónica con puentes que se arquean entre los islotes y arrecifes a lo largo de la accidentada bahía de Hustadvika.

La carretera del Atlántico es un deleite visual que serpentea elegantemente de islote en islote a lo largo de sus siete puentes. La naturaleza y la ingeniería moderna se unen para crear esta experiencia de conducción única.

Bueno, yo voy en bici, que es otra «experiencia», y ya advierten:

…se está cerca del océano; tenga cuidado con los fuertes vientos cuando circule por los puentes. La ruta puede tener bastante tráfico durante la temporada alta.

Menos mal que es pronto y el día está con llovizna, pero sin apenas viento. Sí, hay gente, incluyendo un par de autobuses en uno de los aparcamientos, pero lo cierto es que no tienen mucha capacidad. Me lo había imaginado más estresante. La faena es que no hay arcén. O sea, que nada de pararse donde quieras porque te afeitan el bigote. Más bonito quizá sea verlo desde el aire.

De todas maneras, las fotos van cayendo una detrás de otra. Te dejo tres para que te hagas una idea.

Vale, hay que pasar por aquí sí o sí. Sin embargo, la costa a partir de Vevang creo que me gusta más aún. Primero, porque apenas hay tráfico, ya que la ruta «oficial» a Molde no va por aquí. Y segundo, aparece en gran parte esa Noruega agrícola, pero a la vez pegada al mar. Me parece mucho más auténtica que la zona anterior.

Pedaleo con total tranquilidad. La que me sale de dentro en esta etapa más corta y la que me transmite el entorno. Todo este tramo hasta Elnesvågen, rural en esencia, me confirma algo que ya he visto en otras partes: la cultura de caballo de tiro. Bueno, y también la de la prolífica cabañita multiusos, en este caso con buzones de correos y una invitación a descansar.

Poco después de Frastad la carretera se introduce en un enorme valle en dirección norte-sur. Paso un primer lago, el de Hostadvatnet y el asfalto gira a la izquierda, pero por terreno muy agradecido, sin apenas desnivel. El lago Hustadvassdraget queda a la izquierda. Me acerco a Elnesvågen, situada en un nuevo fiordo, el de Harøy. Para ello tengo que dejar atrás otros tres lagos, el Langvatnet, el Skjellbreia y el Litlevatnet. Se ven islas repartidas por doquier. Del Harøyfjorden al Frænfjoren y tiro porque me toca. Creo que vuelve la migraña toponímica de ayer.

En Moen me junto con la carretera principal, pero durante un tramo corto. Solo me falta encarar la subida al lago Skarvatnet, una tachuela en la que salvar 200 metros de desnivel, y dejarme caer hasta Molde. Los coches disponen de otro hermoso túnel para salvar este tramo, pero las bicis seguimos disfrutando del placer del paisaje. Ejem, si no se ve nada porque está el día cerrado y bien cerrado.

En la subida, que es básicamente casi una inmensa recta, veo a la izquierda un circuito para karts y otro para prácticas de conducción. Sigo adelante, que lo mío es mover las bielas con la fuerza de mis piernas. Justo arriba la carretera gira a la derecha para comenzar la bajada hacia Molde. El lago queda escondido a la izquierda, detrás de un hotel que luce el típico techo de hierba.

Arrecia el sirimiri cuando llego arriba. Así pues, descanso un rato antes del descenso final hasta Molde. Voy salvando el agua más o menos dignamente y no quiero calarme en este último tramo. Entro a tomar algo. Voy con tiempo de sobra. No hay prisa alguna. El sitio tiene su encanto.

Por fin, la lluvia amaina. Solo quedan 12 km hasta Molde, todo en bajada. El final ideal para una etapa en bici.

Llego enseguida a Molde, la ciudad de las rosas y del jazz. Rosas porque los jardines las lucen a cientos y jazz por su festival, que justo hace un par de días clausuró su edición número 64. No está mal, ¿verdad?

Mañana seguimos. No se vayan todavía, que aún hay más. Lo decia Súper Ratón, ¿no?

Kilómetros totales hasta esta etapa: 498, 79.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 4.854.

Etapa anterior | Etapa siguiente ⏩

Fotografías de la ruta.

Lee todos los artículos relacionados con esta ruta.

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.