08 Kyrksaeterora-Kristiansund #NoruegaEnBici

by Julen

Strava: https://strava.app.link/YEctVBJFpLb

Kyrksæterøra era conocida como la «ciudad blanca de Hemnfjorden» porque aquí antiguamente sólo había casas blancas. Se ha ganado cierta fama de ser un pueblo aislado. Quizá por ello, los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial, mantuvieron en la zona un gran campo de prisioneros rusos (aquí puedes consultar un interesante artículo sobre estos prisioneros).

El pueblo, como comentaba ayer, queda en un istmo: a un lado el fiordo de Hemn y al otro el lago Rovatnet, por el que llegué ayer. El fiordo y el lago están comunicados entre sí por un serpenteante ¿río? de apenas 500 m. El lago queda apenas unos metros por encima del fiordo y por ahí le vierte mansamente agua ¿dulce? En menudo lío hidrográfico me estoy metiendo.

Realmente es complicado entender esta geografía. Para ubicarse, lo mejor es subir hasta la iglesia de Hemne, que queda en una zona alta y que permite mirar a las dos masas de agua que se extienden a los pies del pueblo. Por cierto, la iglesia es octogonal, al igual que la de Bakke ayer en Trondheim, y, cómo no, de madera. Se construyó en 1817 después de que la anterior se incendiara por un rayo en 1815. Fuera de la iglesia hay una estatua en memoria de Lars Røstvig, quien fue el primer misionero de Hemne y uno de los primeros misioneros de Noruega en Madagascar en 1874. A la entrada del cementerio hay una copia de la antigua puerta de la iglesia. El cementerio, como siempre, una preciosidad.

Me hospedo en el único hotel que hay en el pueblo, el Kolesig. Está un poco viejuno, pero ni tan mal. Es de gestión familiar. Ya estaba tardando en encontrar a alguien que me dijera que tiene casa en el Mediterráneo. La chica que me atiende en la recepción tiene un bungalow en Torrevieja. Le comento que cerca de Santa Pola, adonde suelo ir de vez en cuando, hay también una buena comunidad noruega, concretamente en El Gran Alacant.

Por la tarde voy a cenar pronto para dar luego un buen paseo. La propiedad del hotel también regenta un restaurante en el pueblo. Me apaño con un wok al módico precio de 24 euros. Mucho mejor que la pasta de ayer. Tras la comida, el paseo me descubre un idílico mundo de casitas de madera cada cual con su césped inmaculado. Tanto género negro aquí en Noruega, ¿detrás de cuál de ellas se esconde el asesino? A saber…

Cargo energía en el desayuno. Han tenido el detalle de abrir media hora antes para mí. A las 7:30 estoy charlando con el hombre que se encarga de esta faena. Muy amables en este hotel. Comentamos lo anómalo del tiempo. Comenzaré con 20 grados y la previsión es alcanzar los 27. La realidad es que el Garmin ha marcado una máxima de 31. Os recuerdo los 13 de Trondheim del viernes. Casi nada la diferencia. Bueno, vamos con la faena. Ah, el día amanecía bonito, ¿no os parece?

En esta etapa voy a dejar atrás la provincia de Trøndelag para entrar en la de Møre og Romsdal. Para alcanzar la frontera tengo que pedalear primero hacia el norte para luego tomar dirección oeste hacia Kristiansund.

Nada más comenzar llega el primer puerto del día. En los primeros kilómetros llevo el río Haugaelva a mi izquierda. Lo dejo para salvar, como decía, una tachuela de casi 300 metros de desnivel. En la bajada me encuentro con otro colega fluvial, el Røstlielva, un río con el que voy charlando durante diez kilómetros, incluso cuando se estanca en el lago Nesvatnet. Es lo que tiene pedalear en soledad, que le das conversación a lo que sea. Eso sí, el lago ni abrir la boca. Le he visto un poco antipático.

Continuo por la Fv680 (de hecho, no la dejo en toda la etapa), la que me trae desde Kyrksæterøra. Dejo un desvío a la derecha y giro en dirección suroeste. Aure queda a 30 kilómetros, según indica una señal. De nuevo me topo con varios lagos encadenados. Creo que desde que comencé mi viaje cicloturista por Noruega, si llevo bien la cuenta, son ya siete mil millones, lago arriba, lago abajo.

Esta vez saludo al Svanemsvatnet. Hola, ¿qué tal por aquí? Tranquilo, ¿no? Venga, a seguir bien. Yo sigo para Aure. Por simple educación tengo que hacer lo mismo con el Langvatnet. Más adelante el Sengsdalsvatnet me obliga a repetir saludo. No veas qué entretenimiento. Pues bien, ya he dado con el dato. Nada de siete mil millones. Parece que en Noruega hay uno, dos, tres, cuatro… 28.095 lagos. Vaya trabajera ponerse a contarlos. Y encima a ponerles nombre. ¿Será el puesto de trabajo de algún funcionario o funcionaria? Técnica/o de denominación de lagos. Además, en la retribución incluyen un plus salarial por fonología complicada a base de vocales noruegas ocultas entre un mar de consonantes. En el temario de la oposición incluyen:

  • consonantes nasales, oclusivas, fricativas, aproximantes y vibrantes simples
  • monoptongos cerrados, medios y abiertos
  • diptongos
  • acentos tonales
  • sonidos ingresivos

¿Te parece complicado? Ya, ya, pero mira qué sueldos tienen aquí en Noruega. El promedio anda por los 63.693 € al año. Nadie dijo que fuera fácil. Bueno, tú vete pensándotelo, ¿vale? Si no, ya sabes, aquí lo que parece que se necesita más son enfermeras y enfermeros, por 60.000 € y casa pagada. Luego, como siempre, que no se te olvide leer la letra pequeña. De nada.

En ruta de nuevo, que desvarío. Pues en esas estamos cuando, ¡zas! Tras ascender un alto, cambio de provincia. De las dos señales que lo indican, me quedo con la tradicional.

Entro en el municipio de Aure, en la provincia de Møre og Romsdal, que se anuncia al mundo con su típico cartel hollywoodiense de grandes letras blancas. Ohhhhhh, qué vistas al fiordo como quiera que te llames. Vale, vale, aunque me ha costado, he dado con tu nombre (o eso creo): fiordo de Årvåg. Es el que se ve al fondo.

Continuo ahora pegado al estrecho de Torsetsundet. ¿Por qué «estrecho» y no «fiordo»? Me vais a volver loco. Voy a parar un momento, que tengo sobrecalentadas las neuronas que se encargan de asimilar la geografía. Qué mejor idea para tranquilizarlas que la iglesia de Stemshaug.

De madera y pintada con este color rojo tan noruego. Me siento un rato a dejar pasar el tiempo. La diseñó un tal Hans Jacob Sparre, arquitecto que se sentía en su salsa en lo de concebir iglesias, ya que diseñó hasta cinco entre 1900 y 1914. Y, ojo, que además también diseñó en 1903 el edificio de justicia que alberga la Corte Suprema de Noruega en Oslo, palabras mayores. Esta iglesia de Stemshaug tiene una torre en el extremo oeste de la nave y un coro en el extremo este, con dos sacristías que flanquean el coro al norte y al sur. Se consagró el 9 de diciembre de 1908, pero la renovaron en 1958. Me ha venido al pelo para parar motores un rato.

Toca continuar con el delirio de ir saltando fiordos, estrechos, ríos o lo que sea que tenga una considerable cantidad de agua. Por cierto, agua que transmite una sensación de tranquilidad espectacular.

La carretera por la que pedaleo me conduce a un primer puente que trae de regalo un túnel que, a su vez, me obsequia con un segundo túnel. Son cortos, uno de 300 metros y otro de poco más de 100. Y tras el segundo túnel, un segundo puente que conduce a ¡un tercer puente! Queda inaugurado el Día Mundial de la Obra Civil. Aplausos. Pero… ¡no se vayan todavía, que aún hay más!

Por respeto a esta comunidad lectora, obvio algunos detalles toponímicos de los próximos kilómetros a fin de no causar migrañas innecesarias. No obstante, que sepáis que paso un fiordo (o lo que sea), un par de lagos que quedan a izquierda y derecha, un ¿canal?, tres puentes bien hermosos (el segundo de casi un kilómetro) para, por fin, llegar a Tustna, que –aparte de ser la marca de un colchón que comercializa Ikea– es una isla y pertenece al municipio de Aure. En concreto, la isla desde la que tengo que coger el ferry para Kristiansund. Y es precisamente la iglesia de Tustna la que me da la bienvenida. Por supuesto, con su correspondiente cementerio anexo. Aprovecho que esta abierta al ser domingo para echar un vistazo.

Me voy fijando en las curiosas «marquesinas» de las paradas de autobús. Por supuesto, con sabor local.

El calor aprieta. Pedaleo por la costa norte de Tutsna y llego así a Leira, el principal pueblo de la isla. La zona comercial junto a la carretera está desierta. Ya se sabe: domingo. Enseguida llego a Tømmervåg. Hay barcos cada 30 minutos y el trayecto hasta Kristiansund lleva 25 minutos por lo que no hay prisa alguna. Cojo el de las 13:30. He intentado pagar registrándome en la web (nadie te cobra físicamente), que es como hay que hacerlo, pero me ha sido imposible. Total, que no he pagado.

El barco me deja en Seivika. Quedan unos diez kilómetros hasta llegar a mi alojamiento en Kristiansund. Suave suave. Subo una pequeña loma que esconde el aeropuerto a la derecha. Para llegar hasta el centro de la ciudad tengo que cruzar, cómo no, un último puente. Esta ciudad se asienta sobre ¡cuatro islas! Bueno, islas «principales», porque miras el mapa y de nuevo te vuelven las migrañas cartográficas.

El centro se ubica en la isla Kirklandet, pero además tenemos Nordlandet (por donde yo he entrado con la bici desde el muelle de Seivika), Innlandet y Frei, que queda al sur y es la más grande, aunque con mucha menos población que las demás.

Llego hasta el hotel y me atiende el típico tío que no sabe lo que es sonreír. No entiendo que haya gente así en un puesto de cara al público. En fin. Mañana seguimos. Ciao!

Kilómetros totales hasta esta etapa: 432,93.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 4.289.

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Fotografías de la ruta.

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2 comentarios

Ibiltarixa 26/07/2024 - 09:25

Noruega, el pais con una naturaleza espectacular y unas obras de ingeniería civil alucinantes. Yo digo que el mar se adentra en la montaña y las montañas en el mar. Fascinante.

Responder
Julen 26/07/2024 - 12:55

Buena definición de mar y montaña en sintonía

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