Muerte en la ría, de Javier Sagastiberri #NovelaNegra 100

by Julen

Llegamos a las cien reseñas de novelas del género negro. Desde luego, este tipo de lectura representa para mí una válvula de escape. En general, disfruto con cada trama que cae en mis manos. La oferta es de tal volumen que siempre hay lista de espera. Aquí en Bilbao funciona desde hace ya cierto tiempo una tertulia que reúne a autoras y autores del género y también a otras personas apasionadas por la txapel noir. Javier Sagastiberri forma parte, cómo no, del elenco de plumas que hay que citar si nos referimos a la producción literaria negra y criminal de esta parte del sur de Islandia.

En su día ya reseñamos aquí Muerte en El Carlton. Pues bien, recientemente Sagastiberri ha publicado Muerte en la ría. Como la anterior, lo ha hecho en la serie Cosecha Roja de la editorial EREIN. Si quieres escuchar de la mano del propio autor algunas reflexiones sobre su novela, puedes escuchar esta entrevista que en fechas recientes le realizó Eider Hurtado para el programa Distrito Euskadi, de Radio Euskadi.

Al igual que otros autores del gremio, el autor continúa empleando muchos elementos que definen lo que quiera que sea en la actualidad la villa de Bilbao. Si el Hotel Carlton llegó hasta el título de su anterior novela, ahora es la ría la que cobra especial protagonismo. Ahí aparece el cadáver de Sofía Alabaster, abogada de un bufete especializado en casos de violencia de género e hija de un conocido penalista bilbaíno. Presenta signos de haber sido torturada. No será el único cadáver que haya que extraer de la ría. Los malos no se andan con tonterías.

La trama se va a mover en dos planos paralelos. Como telón de fondo, la trata de mujeres para la prostitución, algo que en pleno siglo XXI continúa mostrando lo peor de la naturaleza humana. Bilbao, por supuesto, también ofrece mercancía. Y detrás de este lucrativo comercio, los dueños del destino de estas mujeres juegan sus bazas. Dos ertzainas, las ya conocidas Ana Larburu e Idoia Sagarduy, son las encargadas de llevar a cabo las investigaciones. Además, nos encontramos también con otro viejo conocido, Beltza, un sicario con su particular ética de trabajo y con quien el lector asume el riesgo de empatizar.

Pensaba echar una buena siesta y volver al Paseo de la Galea para correr, una vez que el sol se hubiera escondido. Los días anteriores a ejecutar los trabajos se le hacían largos y monótonos. Siempre la había ocurrido eso: su cuerpo despertaba e iba acumulando la tensión necesaria para realizar la acción programada, pero esa tensión transformaba su percepción del tiempo, que parecía discurrir mucho más lento de lo habitual. Por eso necesitaba llenarlo con algunas actividades como correr, leer o ver una película.

Ojo con la gente que se sienta a tu lado en el cine cualquier tranquilo día por la tarde 😉

Imagen destacada vía Pixabay.

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