En la plaza

by Julen

Al fondo, tras el enorme árbol que ocupa el centro, quedan los columpios. Verdes, amarillos, con bancos a su alrededor. Una niña de apenas un par de años insiste en no abandonar su pequeña moto de un color rosa normalizado. Su abuelo parece algo desorientado. Quizá solo sea cuestión de paciencia y de que alguna de las otras criaturas que se mueven por la zona llame la atención de su nieta. Bendita moto, no hay forma de que se separe de ella. Cuando parecía que no había forma, la niña va directa a la carrera hacia el tobogán verde. Todo en orden.

Frente a los columpios, en otra esquina de la plaza, languidecen los aparatos de gimnasia para la tercera edad. Más de un día se escucha un chirrido estridente que proviene de unos pedales oxidados. Es primavera y la lluvia es bastante habitual por aquí. Mala vejez para los pedales, valga la redundancia. La plaza es más de cuarta que de tercera edad. Sillas de ruedas, movilidad reducida a mínimos: frases sin verbos. Es lo que toca. Vivir, vivir como sea.

Llegan más niñas y niños. Enseguida se organiza una caravana itinerante de repeticiones infinitas con el tobogán como centro del universo. No importa lo simple de la repetición. Una vez más. Y otra. Otra más. Las risas y el efecto contagio hacen el resto. Mientras, el abuelo parece haberse escapado a otro mundo. Un planeta repleto de recuerdos del pasado que sirve de alimento para explicar lo que fue. Allí se encuentra cómodo. El bullicio del presente se ahoga entre la niebla del ayer. Un ayer que todo lo puede.

La esquina de los columpios es absolutamente predecible. La escena, no obstante, presenta matices. En un banco, casi anónimo, otro hombre de edad imposible naufraga entre dos latas de cerveza. No sabría decir si sabe dónde está, si sabe de la niña con su moto rosa, si sabe de los columpios, de la tercera o de la cuarta edad. No, no sabría decir cómo se llama, si vive por aquí o si está de paso, si hay una razón o si no la hay. Le miro mientras su silueta se disuelve en la plaza. Una niña cabalga frenética en un balancín amarillo con forma de gallina. En los bancos con los aparatos de gimnasia se escuchan los ruidos del óxido.

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