La mirada baja

by Julen

Es la forma de que encerrarse en las propias cavilaciones. No hay nada ahí enfrente que merezca la pena. Todo sucede hacia dentro. Por eso la mirada se empeña en olvidar el horizonte. La cabeza se agacha y de alguna forma la figura parece un ser recursivo. Encuentra alimento en su interior para ingerir lo suficiente para subsistir y volver de nuevo al punto de partida.

La rueda sigue girando. Los pedales continúan en movimiento. Siempre igual, la misma historia de siempre. De forma rítmica, casi obsesiva, todo acontece de la forma en que debe. Con la mirada baja a la espera de que surja algún imprevisto. El asfalto y sus irregularidades. La película sin fin.

No sabe ya el tiempo que lleva en la misma postura. A su alrededor las cosas siguen su curso. Nada relevante ante su firme convicción. Hay que continuar, no tiene sentido detener la marcha. El final siempre queda a la misma distancia; da igual cuanto quieras acercarte. El final se aleja en la misma proporción en que te quieres acercar a él.

La situación puede parecer cómica, incluso surrealista. La mirada fija en el suelo, el lugar más cómodo desde el que no otear el horizonte. Importa más el aquí y ahora. El futuro puede desaparecer en cualquier momento engullido por un presente continuo. Tienes la tentación de dejarte llevar y elevar tus intenciones. En ese momento de vacilación, sucede deprisa: te ves en el suelo sin saber por qué. La mirada a ras de suelo.

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