Diques de contención

by Julen

Alguien en algún momento cambió las reglas del juego. El tiempo pasó a ser tiempo que debía ser, sobre todo, ocupado. El ocio se diluyó en un mar de actividad. Hacer, experimentar, ni un segundo perdido. Cada instante merecía ser colonizado. Una inmensa carrera en la que solo cabía disponer diques de contención.

Barreras, unas extrañas fronteras que a veces se diluían como azucarillos en el café. Sin embargo, lo importante fue considerar que había que levantarlos. No importaba tanto su utilidad cuanto la actitud mental de enfrentar la realidad. El tiempo ocupado se extendía como una mancha de aceite. Y hubo que pensar que en lo impensable: ponerle puertas al campo.

Frente a la invasión de las experiencias, de esos momentos memorables fabricados en series personalizadas, no quedó otra. Ahora no se puede mirar a otro lado. Quien calla, otorga; quien se mantiene al margen, abre las compuertas para que la invasión sea inevitable.

Así que no hay duda alguna. Necesitamos diques de contención, creativos, fruto de desear que las cosas sean de otra manera. El enamoramiento de las propias ideas alimenta al enemigo. El tiempo se deja querer. No somos felices si no rellenamos cada hueco. Y ahí, en esa prisión, no hace falta llave ni carcelero. Nos han inventado la patología y no hay antídoto. Solo quedan los diques de contención.

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