19 Veggli-Drammen #NoruegaEnBici

by Julen

Strava: https://strava.app.link/m43Pm43THLb

Veggli, según datos de la Wikipedia en noruego, tenía 353 habitantes a principios de 2023. O sea, que mucha fiesta no iba a encontrar un miércoles por la tarde-noche. Eso sí, uno se pone a mirar cosas del pueblo y, de repente, se encuentra con un curioso detalle que me conecta con otra ruta que pedaleé en su día: la Cicloextremeña. Cuando pasé por Puebla de Alcocer, un pueblo de Badajoz, supe de un asunto que se repite aquí en Veggli, 3.292 kilómetros al norte. ¿De qué estoy hablando? Allí en Puebla de Alcocer les nació Agustín Luengo Capilla; aquí nació la madre de John Aasen.

El primero es conocido como El Gigante Extremeño, y cuenta con su propio museo en su pueblo natal. Vino al mundo en 1849 y está considerado como el segundo español más alto de todos los tiempos hasta el momento, con 2,35 metros. Por su parte, John Aasen, actor de cine (y de circo), nacido en Minneapolis (USA) en 1890, pero de madre oriunda de aquí, parece que se fue aún más allá.

Aquí en Veggli le han erigido una estatua y se comenta que pudo alcanzar cerca de los 2,70 metros, aunque otras fuentes lo dejan en solo 2,30. Me da que ambos tuvieron en común una vida alrededor del espectáculo en que los convertía su propio cuerpo. Por cierto, ya que estamos con esto, cómo no mencionar a Miguel Joaquín Eleicegui, con una película como Handia de por medio.

El Gigante Extremeño y el noruego-norteamericano

Lo de John Aasen da pie también a un pequeño apunte sobre la emigración noruega a Estados Unidos y Canadá. Y es que, como se indica en la Wikipedia, «con la excepción de Irlanda, ningún país contribuyó con un mayor porcentaje de su población como Noruega a Estados Unidos». De hecho, se calcula que hay más personas de origen noruego en América del Norte que en Noruega. Entre 1825 y 1925, más de 800.000 llegaron, lo que suponía casi un tercio de la población de Noruega en aquella época. Como en tantas otras ocasiones, las causas económicas están detrás de este fenómeno, que fue especialmente intenso desde mediados de la década de 1880 a 1930. Los primeros asentamientos se produjeron en Pensilvania e Illinois, pero luego se movieron hacia Wisconsin, Minnesota, Dakota del Norte y Dakota del Sur. Pues eso, John Aasen, de Minneapolis, o sea, la ciudad más grande de Minnesota y bañada por el Mississippi, que no es como un fiordo, pero, en fin, con agua en cantidad para que no se olvidara de la patria de su madre.

Otro asunto a comentar por aquí es lo relacionado con la Numedalsbanen, la antigua vía de tren, de la que ya hablé un poco ayer. En el alojamiento donde me he hospedado, Veggli Vertshus, se encarga de alquilar dresinas, esos vehículos ferroviarios «ligeros» que daban servicio al personal de mantenimiento de las vías para moverse por ellas. El servicio funciona entre Veggli y Rødberg, es decir, en el tramo por el que pasé ayer.

Por último, cómo no, me di un paseo hasta la corresponda iglesia de madera. En esta ocasión se encontraba en lo alto del pueblo y como curiosidad, a su lado se disponian dos cementerios. Uno, el clásico, pegado a la iglesia, pero otro estaba exento, más abajo en una ladera cercana.

Ceno en el hotel. Obvio comentario alusivo a la calidad culinaria. En la terraza hay ambiente motero. Sí, todos estos días veo por las carreteras mucha moto. No tanto como autocaravanas, pero en dosis elevadas, desde luego. En la habitación del hotel hacía, a última hora de la tarde, un calor de mil demonios. Y pensar que por la mañana tuve que parar a tomar un café caliente porque estaba helado.

De vuelta a los asuntos de la ruta, hoy pedaleo la etapa número 19 de este viaje en bici por Noruega. O sea, que es ya la penúltima. Pronto se acaba lo bueno, pero que nos quiten lo bailao, ¿no? Está siendo una bonita experiencia. Quise venirme en 2018 y al final ha sido en 2024. En fin, el que la sigue, la consigue.

He pactado el desayuno a las siete (empezaban a las ocho). Bajo y relleno los depósitos. A las 7:40 estoy sobre la bici. Al igual que ayer, en vez de seguir la carretera «general», que circula esta vez por la derecha del río, tomo otra mucho más tranquila que, por su otra margen, me conduce en 10 km hasta la stavkirke de Rollag.

Originalmente de una sola nave y de reducidas dimensiones, su ubicación y el entorno le proporcionan un aire realmente mágico. El cementerio anexo, como siempre, suma al conjunto. Decía que la iglesia era pequeña. Pues bien, lo que veo es una ampliación que se llevó a cabo entre los siglos XVII y XVIII. Fue entonces cuando se le añadió un coro abuhardillado del mismo ancho que la nave y se le dio su actual estructura en cruz mediante la construcción de un brazo transversal.

Aunque son poco más de las ocho, tengo la suerte de que aparece un chico quea abre para mí. Me entero así de que actualmente solo está abierta en verano. Dentro, debajo de cada bancada hay calefacción. ¿Cómo debía de ser cuando no había este tipo de comodidades? En fin, preciosa, una vez más, esta iglesia de origen medieval.

Muy cerca de la iglesia, al otro lado de la carretera, se encuentra el Rollag Bygdetun.

Un entorno pintoresco junto a la iglesia de madera de Rollag y la rectoría de Rollag. El museo fue diseñado como jardín municipal para el municipio y las obras comenzaron en 1960. Hoy en día, el jardín consta de 14 edificios alrededor de un amplio patio, típico de las costumbres constructivas de esta parte del valle. Los edificios proceden de las granjas de Rollag, así como del edificio de servicios de Toenstugu. Las colecciones constan de más de 1.000 objetos que cuentan la vida cotidiana del pueblo.

Por toda esta zona se ven lo que nosotros llamaríamos «horreos» y que aquí son «stabbur», graneros elevados, construidos sobre pilares de piedra o madera, que se utilizaban para almacenar alimentos, principalmente granos y otros productos agrícolas. Son piezas destacadas del patrimonio cultural noruego.

Sigo hacia el pueblo, junto a las vías del tren, que han cruzado también a este lado del río para acompañarme en el pedaleo. Sin embargo, nuestros caminos se bifurcan. Un coqueto puente colgante me devuelve al otro lado del río. Así pues, tendré que esperar unos kilómetros para un nuevo feliz reencuentro. Porque sí, se vuelve a producir. Y esta vez no nos separaremos durante un buen trecho, hasta llegar a Flesberg.

Aquí nos espera la stavkirke de Flesberg, la cuarta de las iglesias medievales que se ubican en este valle de Numedal, junto con las que ya he podido ver, de Uvdal, Nore y Rollag. Esta de Flesberg funciona como templo parroquial del pueblo y está dedicada al culto luterano. Si la de Rollag quedaba escondida dentro del bosque, la de Flesberg se encuentra en terreno más abierto.

Nos servimos de la Wikipedia en español:

Actualmente tiene planta de cruz griega, con cuatro brazos equiláteros. El brazo occidental corresponde a la nave, y posee un pequeño vestíbulo, donde se halla la entrada principal; el brazo oriental es el coro (sin ábside), y los brazos norte y sur corresponden al transepto, un elemento extravagante del siglo XVII construido en una técnica diferente al de las stavkirke medievales. Hay una torre central, pero no se sitúa sobre el crucero, sino sobre el caballete del techo de la nave. El techo, que en un principio era escalonado, hoy no es más que un sencillo techo de dos aguas.

Originalmente era del tipo B (ya sabéis, con pilares de madera también por dentro del templo). Desde que se construyó, en la segunda mitad del siglo XII o en la primera del XIII, ha sufrido, por supuesto, muchas reformas; la más importante en el siglo XVIII. Una curiosidad de esta iglesia tiene que ver con su particular «parking». No hablo del que pudiera haber para los coches, sino de otro mucho más antiguo. El cementerio está vallado con losas de pizarra. Pues bien, algunas de estas losas tienen colocadas argollas de hierro. ¿Para qué? Ahí ataban los caballos quienes acudían a los servicios religiosos. Cada granjero tenía su plaza reservada, o sea, su argolla. La más antigua data de 1661.

Aún me quedan por delante casi 70 kilómetros hasta Drammen, mi final de etapa de hoy. El siguiente tramo supone nuevo cambio de margen. Dejo la Fv40, la principal, y tomo la Fv98. De puente a puente y tiro porque me lleva la corriente. Nunca mejor dicho. Continuo por la ruta ciclista nacional 5. Y eso quiere decir… que me cruzo con bastantes cicloturistas. Toda esta parte es zona de lagos (cuál no lo es, por cierto).

Más adelante otro puente me conduce a un señor pueblo de casi 30.000 almas, Kongsberg, no sin antes volver a saludar a la Numedalsbanen. Por fin, nuestros caminos se separan. Abandono el valle del Numedal, con el que he compartido una buena kilometrada entre ayer y hoy. Konsberg es una ciudad industrial con tradición minera –son famosas sus minas de plata– y muy volcada hoy en día en la alta tecnología.

Esas minas de plata han dado pie a una oferta turística que permite recorrer algo más de dos km por un túnel. Cuando estaban en explotación las minas alcanzaban una profundidad de 1.070 m, o sea, 550 m por debajo del nivel del mar. Allá por los siglos XVIII y XIX, que es cuando andaban en plena faena, la perforación del terreno no se hacía con dinamita o con máquinas. El avance diario en el túnel era de 7 cm. La consecuencia es que les llevó 73 años. Si te apetece, en Konsberg disponen del Museo Noruego de la Minería.

Entró en el pueblo y me acerco a un taller de bicis para meter aire en la rueda trasera. Tengo algún micropinchazo porque va perdiendo presión poco a poco. En tres días ha perdido 0,6 bares. O sea, que pinchazo hay.

Tomo dirección este hacia Darbu, Vestfossen, Mjøndalen y finalmente Drammen, donde terminaré la etapa de hoy. Esta sí que es una ciudad en toda regla, con más de 100.000 habitantes. Evito las vías principales hasta donde puedo. El primer tramo, hasta Darbu, por la Gamleveien, es muy tranquilo y discurre por una zona boscosa con pinos de buen porte. Cruzo por debajo de la vía rápida que va hacia Hokksund, entro en Darbu y desciendo hacia el lago Eikeren. Lo cruzo y en menos de cinco kilómetros ya estoy en Vestfossen.

Se ven cultivos de cereales y también árboles frutales. El paisaje me es mucho más familiar. Los manzanos están tremendos.

Mjøndalen es la siguiente área urbana que encuentro. Su pasado estuvo ligado a la industria papelera, algo muy común en esta zona, pero cerró en las décadas de 1960 y 1970. Actualmente es un importante nudo ferroviario.

Sigo pedaleando, que ya tengo Drammen a tiro de piedra. Enseguida entro en zona de servicios y pabellones industriales. Es lo que tiene el progreso. Me encuentro con el río, el Drammenselva y pedaleo los últimos kilómetros por un paseo pegado a él.

Llego enseguida a mi hotel para esta noche, el Comfort Hotel Union Brygge. Ya os contaré, porque tiene su historia. Se ubica en una zona cultural que reutiliza patrimonio de una industria que cerró sus puertas incapaz de convivir con el (supuesto) progreso.

Me entero al terminar la etapa de la muerte del padre de un amigo. Una historia de Alzheimer que termina. Un abrazo enorme, Venan.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 1.272,08.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 14.591.

Etapa anterior | Etapa siguiente ⏩

Fotografías de la ruta.

Lee todos los artículos relacionados con esta ruta.

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.