02 Biri-Frya #NoruegaEnBici

by Julen

Strava: https://strava.app.link/p51RP164fLb

Me quedé ayer en el hotel. No dejaba de llover y Biri tampoco tampoco tiene mucho que ver. Es lugar de paso hacia la cercana Lillehammer. Eso sí, muchas casas se encaraman a lo largo de la ladera y consiguen estupendas vistas al lago Mjøsa.

Al grano: mi hotel, el Honne, es un sitio curioso. Ubicado en una granja antigua, es también un centro de conferencias, con espacios muy bien habilitados. Se enorgullecen de no pertenecer a ninguna cadena hotelera. Es propiedad de Skogbrukets Konferansesenter, la entidad detrás de la cual se encuentran la mayoría de las organizaciones forestales de Noruega. Cuando estuve mirando esta opción de alojamiento, enseguida me llamó la atención su particular historia. He estado muy a gusto. Nada que ver con la marabunta de ayer.

Después de 1640, la finca pasó de padres a hijos sólo tres veces. Los cambios de propiedad fueron particularmente frecuentes entre 1850 y 1920, cuando aquí en Honne había hasta 12 propietarios diferentes. Entre ellos se encuentra el último director de la vidriería Biri, Christian de Seue. El municipio de Biri compró Honne en 1920 y llevó a cabo una importante subdivisión. Después de esto, Honne adquirió la superficie que tenía la finca en los últimos tiempos, aproximadamente 300 acres de tierra cultivada y 200 acres de bosque. El municipio de Gjøvik utilizó su derecho de preferencia sobre Honne en 1968, poniendo así fin para siempre a la agricultura en el sentido ordinario, ya que la mayor parte de la tierra se reservó como suelo municipal.

Desde la terraza se disfrutan excelentes vistas al lago y a las montañas que lo rodean. Para disfrutarlas, claro está, hace falta mejor tiempo. Nadie se atrevía a desafiar a la intemperie.

Comienzo el segundo día de pedaleo, otra vez con el buche lleno gracias a un opíparo desayuno. Pese a las previsiones, el día amanece sin lluvia, aunque por la noche la he escuchado caer.

Sigo pedaleando hacia el norte, pegado al lago Mjøsa, evitando en lo posible la carretera principal. Tras cruzar el pueblo de Vingrom, me detengo un momento en su coqueta iglesia de madera. Ayer estuve echando un vistazo en Internet y encontré una página web con las diferentes congregaciones de Lillehammer, entre las que se incluye esta de Vingrom. Verdaderamente curioso me resultó el espacio dedicado a los entierros y la gestión del duelo. Tienen hasta un espacio para voluntariado en los cementerios, qué cosas. La iglesia, en madera como decía, se construyó en 1908. Y lo que importa, pusieron calefacción en 1971. Menos mal.

Dejo atrás la iglesia y sigo por la carretera. Enseguida llego a Vingnes. Aquí termina como tal el lago, que recibe las aguas del río Gudbrandsdalslågen, cuyo valle nos va a acompañar en los próximos kilómetros. Por un coqueto puente peatonal y para bicis entro en Lillehammer.

¿De qué te puede sonar este pueblo? Opción A: eres de series. Entonces quizá te suene «Lilyhammer», una serie de televisión noruega-estadounidense que se estrenó en Netflix en 2012. Se recrea en la historia de Frank Tagliano, un gánster de Nueva York que se muda hasta aquí bajo un programa de protección de testigos del FBI. ¿No eres de series, pero tienes afición por los deportes de invierno? Opción B: aquí se celebraron los XVII Juegos Olímpicos de Invierno en 1994. Y ojo, que el club de esquí de Lillehammer se fundó allá por 1883. Ya ha nevado lo suyo desde entonces. En invierno se ofrecen unos 200 kilómetros de pistas esquiables por la zona.

Bien, hasta aquí la crónica normal de una ruta en bici. El caso es que el pupas ya reporta sus primeras miserias. Mira que he hecho rutas largas estas semanas atrás para acostumbrarme y no he tenido problema alguno. Pues bien, tengo el popliteo (ya me lo conozco) de la pierna izquierda fatal. O sea, segundo día y llorando. Voy a cambiar planes. En vez de ir pedaleando hasta la iglesia de madera (stavkirke) de Ringebu (mi sitio de referencia para esta jornada), he pensado coger el tren. Faena: no hay asientos disponibles. Los dos siguientes que podría coger van completos. Toca pedalear.

También había pensado acercarme aquí en Lillehammer hasta la stavkirke de Garmo, un pequeño aperitivo de lo que me espera luego. Forma parte de Maihaugen, el museo más grande al aire libre de Noruega. Su torre puntiaguda y sus cabezas de dragón rematando los bordes del tejado son muy característicos. La iglesia se construyó a principios del siglo XIII. Luego la fueron ampliando hasta terminar con su forma de cruz actual. Lo que vemos es en realidad una reconstrucción madera a madera. La original quedaba en el pueblo de Garmo, junto al lago Vågåvatn, al noroeste de donde nos encontramos, y se demolió en 1880. Vaya trabajera. Os lo cuento, pero al final he decidido no ir porque queda dentro del museo y para iglesia «de verdad», la de Ringebu, la que veré luego.

Justo al lado del museo al aire libre y la iglesia de Garmo queda el museo de los Juegos Olímpicos. Y cerca queda también el museo postal de Noruega. Vamos, que se te vienes para Lillehammer, puedes echar la mañana completa por esta zona. Para rematar la faena, no dejes de visitar el Lysgårdsbakkene hoppanlegg. Ya, que quieres traducción. Mira que eres. Si es evidente: el trampolín de saltos de esquí. Aquí se celebró la ceremonia de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de 1994. Caben 30.000 almas, no te digo más. Si te fijas en la foto anterior, se ve muy bien en la parte alta.

Pregunto en una farmacia a ver si tienen algún remedio noruego contra la inflamación del popliteo. Nada, no hay suerte. Me tomo un café en una panadería. Cuatro euros la broma. Y una sonrisa. Se ven turistas en este pueblo en cuesta y con torrenteras en abundancia.

Decido bajar hacia la zona cercana al lago para salir de Lillehammer en dirección a Faberg. En menudo follón me meto por no seguir el track. Al final, entre obras, urbanizaciones, una mina a cielo abierto y senderitos embarrados consigo salir del atolladero.

Abandono definitivamente la Mjøstråkk, la ruta que rodea el lago Mjøsa. Llevo el río Gudbrandsdalslågen a la izquierda, pero voy a ir jugando con sus dos márgenes. Venga, repite conmigo: Gud-brands-dals-lå-gen. Ves, si no es tan difícil. Presenta, por cierto, una característica de lo más curiosa: nace en el lago Lesjavatn, que es el único de Noruega que tiene dos salidas. Una da lugar a este río y la otra al Rauma. Después de Faberg, un poco antes de Hafjell, dejo al otro lado del río el afamado parque de aventuras Hunderfossen donde presumen del Troll más grande que te puedas encontrar.

Encuentro otro cartel de carretera cortada. Menos mal que tienen el detalle de habilitar paso para los peregrinos. Porque sí, sigo viendo señales del camino de San Olav.

Llego a Øyer y hago un alto en el camino. Me como una barrita, estiro lo que puedo el gemelo y el soleo y aplico un poco de antiinflamatorio. Cae una buena tromba de agua. Jeje, yo a resguardo. Vienen ahora 30 km por la otra margen del río. Cruzo el puente, inicio un repecho y arriba me pregunto: ¿he cogido la cajita en la que llevo el antiinflamatorio? Nooooo. Pues bájate la rampa, lo recoges y te vuelves de nuevo, ¡zoquete!

Estos 30 kilómetros son muy tranquilos. De hecho, hay tramos en que la carretera no está ni asfaltada. De vez en cuando se ven granjas y alguna que otra curiosidad noruega, como la de esconder los cubos de basura en cabañas simuladas con su techo de hierba.

Voy por un continuo sube y baja. Cuando se coge altura las vistas reconfortan el esfuerzo de la subida.

A la Izquierda, por la ladera, se precipitan dos o tres millones de pequeñas y no tan pequeñas cascadas. Algunas arrastran agua de color barro. ¿Será de tanto llover?

Por fin termina este tramo. Por otro puente vuelvo a cambiar de margen. Estoy en Favang. Toca la parada del almuerzo en una zona de servicios en la que se ve bastante gente. Me apaño con un bocadillo de hummus y aguacate que tenía, además, ingredientes indescifrables para mí. Pido unos cubitos de hielo para el capullo del popliteo, pero no hay forma. Que si quiero una bolsa de hielos, sí. Tres o cuatro, no. Pues vale.

No me queda otra que coger durante unos pocos kilómetros la E6, la carretera principal. Madre mía, qué tráfico. Menos mal que es un tramo corto. El arcén, además, es muy estrecho. Es una liberación encontrar, por fin, una pista de tierra a la derecha, aunque sea una buena rampa, por la que se puede acceder a la iglesia de madera de Ringebu.

Palabras mayores. Estoy ante un lugar icónico en Noruega: la stavkirke de Ringebu. Las iglesias de madera medievales constituyen, no cabe duda, una seña de identidad de este país. Si te interesa el tema, tienes una web bien maja a tu disposición: stavechurch.com. No obstante, las hubo también en otros lugares de la Europa del Norte. Hoy solo quedan 28 en Noruega, una en Suecia y otra más en Polonia, aunque esta última es también de origen noruego. No obstante, se cree que llegó a haber entre 1.300 y 2.000.

Su característica particular es su técnica de construcción, la stavverk, que consiste en un armazón de madera formado de stav —gruesos postes circulares que le dan nombre a las iglesias— sostenidos por espigas a un marco cuadrado de soleras de madera, que a su vez se halla asentado sobre cimientos de roca, protegiendo a la madera de la humedad. La técnica relaciona a las stavkirke con el entramado de madera, y les confiere, además de resistencia a las condiciones climáticas, estabilidad y rigidez. La stavverk es descendiente de las desaparecidas iglesias de postes, construcciones de técnica más sencilla, aunque en ocasiones bastante similares a las propias stavkirke.

En su gran mayoría surgieron con la introducción del cristianismo y la mayor parte se erigieron entre 1150 y 1350, aproximadamente. No hay acuerdo total sobre su origen. Una teoría explica su existencia como la lógica traducción a la madera de la basílica románica de piedra, mientras que otra las explica a partir de un origen pagano. Tú eliges.

Originalmente se levantaban sin hacer uso de clavos. Por tanto, había que ser muy hábil para encajar las maderas mediante postes verticales y tablones transversales apoyados sobre vigas que se asentaban en la tierra. El uso de alquitrán para preservar la madera provocó, lamentablemente, muchos incendios. De ahí que solo queden las 28 que comentaba. La de Heddal, en el este de Noruega, es la más grande de las que quedan en pie: 29 metros de alto, 25 de largo y 17 de ancho.

Se construían con madera procedente de pinos ya bastante crecidos, «cuyos troncos tuvieran un diámetro lo suficientemente grande y con abundante duramen en su madera». Este duramen queda impregnado de resina de manera natural y así se evita la infección por agentes biológicos. Sabiduría popular, como siempre.

En la Edad Media, se construyeron enormes catedrales de piedra en muchas partes de Europa. En Noruega, se empleó una técnica similar para construir madera, pero a una escala mucho menor.
Las puertas y pináculos de madera de las iglesias se suelen tallar. Los decorados cuentan con una interesante combinación de motivos cristianos y lo que a menudo se interpreta como temáticas vikingas previas al cristianismo en las que figuran animales y dragones.
Las increíbles técnicas de tallado y construcción que empleaban los vikingos, sobre todo en sus barcos y casas, se siguieron desarrollando y a menudo se encuentran en estas iglesias.

Para terminar con nuestra clase particular sobre las stavkirke, toma nota de lo siguiente, que luego entra en el examen. Se suelen catalogar en dos tipos: A y B. Las primeras emplean postes únicamente en los muros exteriores. Son postes esquineros y, a veces, también intermedios, pero no busques postes internos porque no los hay. Por su parte, las de tipo B presentan una estructura más compleja. En ellas sí que se pueden observar postes internos libres que delimitan una nave central y sostienen su techo. Alrededor puede haber un deambulatorio cuyo techo es más bajo. Pues eso, vete estudiándotelo, que algún día habrá examen sorpresa.

La stavkirke de Ringebu está, seguro, en la lista de las más fotografiadas de este país. No solo se trata del edificio en sí, sino también de su cementerio anexo. Se construyó hacia 1220. Según parece, previa a la que vemos hoy, existía una iglesia aún más antigua. Se supo de ella al descubrir un alijo de más de 900 monedas medievales bajo el edificio actual. Muy cerca se levanta la rectoría de Ringebu, de 1743, y en pleno uso hasta 1991. Hoy se encuentra restaurada y cuenta con cinco edificios: el principal que funciona como albergue de peregrinos, dos almacenes, una vivienda para el personal y otra dependencia adicional. En fin, ya sabéis algo más.

Desde Ringebu hasta mi final de etapa solo quedan algo menos de diez kilómetros. Otra dosis de tensión por la E6.

Por fin, llego a mi alojamiento de hoy. Ya te adelanto que hay cambio de planes. Pero eso lo conocerás mañana. Gracias por leerme.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 213,48.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 1.915.

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Fotografías de la ruta.

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